miércoles, abril 24, 2024
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Sector energético reformado, pero en déficit; menos productivo y más corrupto

Con Enrique Peña Nieto el sector energético vive el viraje de mayor impacto en su historia: la posibilidad de que privados usufructúen una industria —la más lucrativa del país— que por 75 años estuvo bajo control del Estado. No obstante, sus resultados deslucen, los problemas de corrupción ahondan y son inocultables las deficiencias con que el actual gobierno maneja Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

A dos años de entrar en vigor la más importante de las llamadas “reformas estructurales” —que valieron al presidente de México portadas y encabezados de la prensa internacional—, esta aún no da los tan prometidos beneficios y, peor aún, hay un irrefrenable declive en la producción y ganancias de Pemex, y en consecuencia, de los ingresos públicos.

A escala global Pemex se cuenta entre las compañías más lucrativas del sector energético. Este año Forbes la enlistó como la número 9, en un ranking cuya primera posición la ocupa la Saudi Aramco, seguida de la rusa Gazprom y la National Iranian Oil. Co., pero es la misma posición que ocupaba antes de la reforma energética.

El gobierno de Peña prometió que, con la entrada en vigor de dicha reforma, la industria repuntaría y que sus efectos se traducirían en el menor precio de los energéticos para los ciudadanos, la generación de empleos y la inyección directa de grandes capitales, entre otros. Hasta ahora nada de ello se vislumbra.

¿Por qué la reforma no da resultados?, se le pregunta a Marco Antonio Díaz Tobías, ejecutivo con amplia experiencia en el sector que por años se desempeñó como contralor interno en Pemex y la CFE, y en la actualidad es socio director de consultorías para empresas internacionales del ámbito energético.

“Hasta el momento no veo ningún resultado desde mi perspectiva porque el proceso de integración del sector privado en segmentos estratégicos del negocio no ha sido acompañado de un seguimiento puntual e imperativo en los compromisos de inversión asociada a las concesiones para garantizar que una medida de tal magnitud no se transforme en una operación con un margen de especulación”.

El problema, dice Díaz, es que “este proceso de cambio radical y en la especie innovador no se reflejó en un proceso paralelo de reestructuración organizacional, administrativa, operativa y de negocio de Pemex y CFE que permitieran mantener y mejorar su capacidad, producción, productividad, rentabilidad, efectividad, eficiencia y transparencia; es decir, ningún cambio positivo puede asociarse a la depredación de lo existente como una condición lógica de que lo bueno es lo que viene y lo malo es lo que está sin ningún remedio; se requiere equilibrar estas condiciones que reflejan en apariencia una visión polarizada de dos aristas del mismo tema”.

Aunque el analista considera que “fue un avance abrir a la inversión privada un segmento que tradicional y culturalmente estaba asociado al Estado”, este “puede convertirse en retroceso si se entrega un nicho de mercado de forma indiscriminada, con prácticas indebidas o favorecimientos”.

Ese manejo discrecional ya ha dado visos. Desde las licitaciones de la llamada Ronda Uno, donde se concursaron los primeros contratos del nuevo modelo de negocios, hubo voces expertas que advirtieron licitaciones amañadas y falta de transparencia.

PÉRDIDAS, PÉRDIDAS, PÉRDIDAS…

Pemex tiene un déficit acumulado de 352 000 millones de pesos que en un sólo año se incrementó un 138 por ciento, y con una tendencia a ser mayor ante la dramática caída de sus ingresos (que para octubre de este año ascendían a 352 617 millones de pesos), los peores indicadores de su historia, con reducción acelerada de su producción de crudo, y sin que hasta ahora se hayan localizado nuevos yacimientos que compensen la declinación en la misma medida, aunado a la reducción de su presupuesto aprobado para 2016.

Las pérdidas que para octubre de este año reportó Pemex, las más altas de su historia, fueron 180 por ciento mayores que las que tuvo en el mismo periodo en 2014, derivado de la baja en sus ventas: 352 617 millones de pesos, contra 147 759 millones de pesos del año anterior. Entre los factores a los que oficialmente se atribuyeron dichas pérdidas está la reducción en el volumen de exportaciones y la caída en el precio de la mezcla mexicana, además de la reducción en las ventas domésticas de gasolina y diésel.

“Podríamos considerar que la reducción del precio internacional del crudo es un detonante del problema, que sería el componente exógeno del tema, pero la planeación que se materializa en una gestión reactiva, una estructura obesa con excesiva reglamentación, una organización con controles no asociados a sus riesgos, una deficiente operación, un mantenimiento insuficiente y caro; el presupuesto reducido y las fallas en la seguridad, obligan a considerar que el desempeño del actual gobierno en el sector de hidrocarburos no ha sido efectivo, considerando que una parte importante de estas problemáticas fueron heredadas, pero también se destaca que, en lo que va de esta administración, no presentan un cambio sustancial”, explica el excontralor y analista Marco Antonio Díaz.

En efecto, la petrolera tiene otros grandes huecos vinculados con las directrices de su administración diaria. Basta poner los ojos en la producción y venta de refinados, una fuente clave de ingresos para Pemex.

Pemex oficialmente ha dicho que sus ingresos disminuyeron, en parte porque se han reducido sus ventas domésticas de gasolina y diésel, pero no se dice que por decisiones internas se redujo el volumen de petróleo crudo solicitado por las refinerías, lo que ha impactado, primero, la producción de refinados, y en consecuencia ha elevado el volumen de importaciones, debilitando también el Sistema Nacional de Refinación (SNR) e impidiendo que las gasolinas bajen de precio.

Desde el primer año de la administración, las refinerías comenzaron a recibir volúmenes más reducidos de petróleo crudo y de menor calidad, lo que impactó su productividad diaria, pues faltaban en promedio 39 600 barriles de crudo cada día, que debía surtirles Pemex Exploración y Producción (PEP); en consecuencia, el volumen de importaciones creció 24 por ciento.

Todo ello mientras que el proyecto de la Refinería Bicentenario prácticamente quedó varado, aunque diariamente generó gastos. Según el calendario de Pemex, la nueva refinería debía estar operando a partir de 2016, pero hasta ahora sólo está en pie la onerosa barda que costó 121.5 millones de pesos, aunque sí se gastaron millonarios recursos en compras que se hicieron a cuenta del proyecto.

Las deficiencias con las que están operando las refinerías de Pemex, derivado en parte de que la propia petrolera (a través de su subsidiaria PEP) está dejándole de surtir crudo, es un tema tan delicado, que los auditores de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), al detectar esto en una fiscalización a Pemex sobre el tema, advirtieron que:

“De no tomar acciones para que se cumpla con la política de garantizar el suministro de crudo de acuerdo con la configuración de las refinerías del Sistema Nacional de Refinación, se corre el riesgo de que, en el marco de la reforma energética, la empresa subsidiaria de Pemex encargada de los procesos de refinación no pueda enfrentar los nuevos retos del mercado abierto de los petrolíferos, afectando el suministro de petrolíferos que demandan los sectores de consumo industrial, agropecuario, transportes, comercial y doméstico, y con ello a la población en general, por la restricción de bienes y servicios”.

Lo que ocurre hoy con Pemex en este ámbito da una idea de una administración cuya lógica no se comprende:

Se está reduciendo el suministro de petróleo crudo a las refinerías, por lo que estas producen menos, lo que incrementa el volumen de las importaciones que se pagan en dólares y a un precio mucho más elevado que los costos directos.

Se paralizó la construcción de una refinería en cuya obra se habían gastado ya recursos millonarios.

La tendencia es la creciente de la importación de gasolinas que se pagan en dólares, sin incrementar la producción de estas, que hace que se venda el crudo cada vez más barato e, irónicamente, este precio barato de la materia prima no se refleje en una oferta competitiva en el precio nacional de las gasolinas o el diésel, lo que hace que la gasolina en México se venda cada vez más cara, mientras el mercado internacional marca su precio a la baja.

 

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