Con la reforma fiscal recién aprobada en Estados Unidos, el presidente Donald Trump logró colgarse su primer medalla. Hasta ahora se sabe que es la mayor rebaja impositiva que se aplicará en los últimos 30 años, la cual contempla una serie de medidas que no sólo repercutirán en ese país, sino a otras naciones como es el caso de México.
La medida medular de esta reforma, la cual ha originado mucho ruido a su alrededor, es un recorte en los impuestos de empresas estadounidenses, lo que incluye la disminución del impuesto corporativo de 35 a 21 por ciento, así como la exención fiscal de 20 por ciento para los dueños de negocios sobre sus utilidades.
Para muchos analistas, como Gabriela Siller, directora de Análisis Económico Financiero de Banco BASE, justamente esta medida es la que podrá tener un mayor impacto sobre la economía mexicana, debido a que a través de ella se busca que las empresas estadounidenses con operaciones en México envíen sus utilidades a ese país en lugar de reinvertirlas en territorio nacional.
Además de una presión para la salida de capitales del país, lo que podría dejar la partida de más de 10 mil millones de dólares, también se espera que la moneda nacional se vea presionada y comience la volatilidad. Todos estos factores dejan ver que no nos espera un año fácil. Más cuando en este año es de elecciones presidenciales y se continuará con la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Para Luis Miguel González, director general Editorial de El Economista, con esta reforma, México se verá obligado a realizar una reforma fiscal, pero más que por miedo a que se vayan las grandes empresas, porque existe una tendencia mundial a bajar impuestos corporativos, sin dejar a un lado que cuenta con un sistema ineficiente.
Recuerda que esta tendencia mundial se puede observar en la Unión Europea donde se está planteando armonizar su tasa corporativa a 25 por ciento. Irlanda y Holanda tienen tasas máximas de 12 por ciento, así como países como Polonia y Eslovaquia que lograron llevar su tasa hasta el 19 por ciento.
Básicamente —destaca— que el contenido de la reforma tributaria de Estados Unidos son estímulos fiscales a las empresas, en dónde los impuestos a las personas físicas, a las familias no sufren cambios, “la hipótesis es que si le va bien a las empresas, eventualmente, le irá bien a la gente de a pie, porque se generan empleos, suben los sueldos”.
Advierte que aunque la intención de la iniciativa de Trump es bajar las tasas y recortar deducciones, esto hará que se reduzca la diferencia entre tasa nominal y tasa efectiva, por lo que —afirma— hay que poner atención, además de la manera en que se darán algunas reducciones, a lo que pasará con los impuestos estatales, ya que el régimen fiscal en Estados Unidos es muy diferente al de México.
“En nuestro país —indica— únicamente el gobierno federal es el que cobrar el llamado Impuesto Sobre la Renta (ISR), pero en Estados Unidos además de que se cobra un ISR federal, los estados son los que definen sus propios ISR. En los casos de los estados más ricos como California o Nueva York, estamos hablando es de un 8 o 9 por ciento”.
Explica que aunque efectivamente habrá una baja importante de impuestos al final, tomando en cuenta estos otros elementos, en lugar de ser una reducción del 35 al 21 por ciento, probablemente únicamente llegaría a ser de entre 7 u 8 por ciento.
El economista refiere que por otra parte es importante tener en cuenta que una baja en las tasas va acompañada de mayores restricciones o candados a las deducciones, lo que implica que “las letras chiquitas de la reforma fiscal de Trump significarán el final de muchos apoyos que tradicionalmente había para la compra de vivienda o para la contratación de los créditos”.