Enrique Murillo, director general de Casa Pedro Domecq, no se esperaba lo que se iba a encontrar en los terrenos de esta empresa en Baja California, después de que la firma española González Byass y el filipino Grupo Emperador le compraran esta compañía a Pernod Ricard: una cava de vino semiabandonada entre polvo y telarañas, con más de 50,000 botellas que no se venderán al público.
Llegar allí no es fácil. El edificio se encuentra en pleno Valle de Guadalupe, entre el océano y el desierto, en un complejo rectangular de ladrillo blanco y rojo que alberga la fábrica, una bodega y la cava, todas construidas hace 40 años. Es como un museo con barricas de barro y de roble francés, con décadas de antigüedad, que desprenden un olor a vino reposado.
“Tenemos producto de 12 a 15 años, con condiciones adecuadas, con poca luz, y todas las botellas están llenas”, destaca Alberto Verdeja, el enólogo de la compañía. “El vino siempre fue como la joya que se guardó aparte, pues Pernod Ricard se enfocaba en los destilados”, añade.
Las instalaciones, construidas en 1972, llevaban cerradas a las visitas desde que Pernod Ricard era el propietario, pues la compañía se centró en el brandy y no vio la bodega como “un tema a desarrollar”, afirma Murillo.
Pero cuando el nuevo director la visitó, pensó que estaba ante un lugar con potencial turístico y también ante una oportunidad de negocio para ampliar el portafolio de la firma. “Cuando se produjo la adquisición, una de las grandes sorpresas fue esta bodega. La situación actual del mercado del vino mexicano –que está creciendo, pues cada vez más el mexicano quiere producto de casa–, nos dio la idea de aprovechar el expertise que ya existía”, cuenta, en un recorrido por este lugar.
Ahora, los nuevos dueños de Domecq preparan una inversión de 80 millones de pesos (mdp) para aumentar su producción de vino de 100,000 cajas de nueve litros que produce ahora a 250,000 cajas en los próximos tres a cinco años, así como para renovar su planta, sus instalaciones y aumentar su área de viñedos.
“Queremos que el brandy, que ahora representa 80% de nuestras ventas, pese menos en nuestro portafolio para que seamos capaces de crecer con los vinos”, destaca Murillo.
Para lograrlo, la firma desempolvará –literalmente– tanto la bodega, que quiere convertir en una de las principales atracciones de la compañía, como sus marcas Pedro Domecq Vino XA y Cháteau Domecq Blanco, que el mercado nacional dejó de consumir, en gran medida por la falta de promoción e inversión de los antiguos dueños.
Casa Pedro Domecq es solo una de las empresas que desean aprovechar el auge del vino mexicano. La elaboración de este producto en el país ha crecido 8% en los últimos cuatro años, a 194,000 hectolitros anuales, conforme a la Organización Internacional de la Viña y el Vino, y esta mayor oferta responde al crecimiento de la demanda, comenta Jean-Marie Aurand, director general de este organismo.
“El gusto por el vino entre los mexicanos sigue en aumento y, tan solo en 2016, su consumo creció casi 10%”, dijo Aurand.
Además, las empresas tienen mucho espacio para crecer, pues el consumo per cápita del vino en México es bajo, de .950 mililitros (ml) año, frente a países como Portugal (51.4 litros per cápita), Francia (51.2), Italia (43.6), España (25.3); y en América con Argentina (28.7), Chile (17.1), Canadá (16.5) y Estados Unidos con (16.5).
Sin embargo, las grandes empresas vitivinícolas nacionales han perdido gran parte de este mercado, debido a que 70% del consumo de vino en el país se abastece de productos de España, Francia, Chile, Argentina y Estados Unidos, según Euromonitor.
Sin embargo, la industria comienza a reaccionar. Por un lado, el 30 de abril, el gobierno aprobó la Ley General de Fomento a la Industria Vitivinícola con el propósito de elevar la producción de 30% a 50% en los próximos 10 años, con la siembra de 15,000 hectáreas adicionales de viñedos, que se sumarán a las 32,000 actuales.
“Buscamos crear un paquete integral con un presupuesto inicial de 500 mdp, que incluya el fomento a los créditos para el campo, incremento en la capacidad de cultivos y bodegas, tecnificaciones de riego y hacer que sea una industria más eficiente”, comenta Daniel Milmo, presidente del Consejo Mexicano Vitivinícola y director general de Casa Madero, la compañía productora de vino más antigua del país.
La ley permitirá construir una plataforma de políticas públicas en los tres niveles de gobierno para fomentar las capacidades de producción y crecimiento de infraestructura, lo que implica un ritmo acelerado de crecimiento anual esperado de 7%.
La idea es que, a partir del año 2022, el país tenga una cantidad adicional 300,000 litros de vino mexicano para el mercado interno a fin de aumentar la participación de productos nacionales de 29.3% a 45% aproximado en el mercado interno y aumentar la participación de hasta 10% a 15% de la producción nacional para satisfacer la demanda por el vino mexicano en los mercados internacionales hacia Estados Unidos, Europa y Asia.
Empresas como Casa Madero, Monte Xanic, L.A. Cetto y Viñedos La Redonda invierten millones de pesos para aumentar su producción y enfrentarse a las marcas extranjeras.