El 8 de agosto, vivimos un conjunto de hechos que afectan a diversos sectores de la sociedad y de la economía mexicana, y que trascienden a las relaciones comerciales de nuestro país con otras naciones.
Los productores del campo se ven afectados por la decisión del gobierno federal de suspender o condicionar los apoyos que tradicionalmente se entregaban a los campesinos para apoyar sus actividades y garantizar la producción de alimentos, apoyos muy necesarios, si entendemos que todas las naciones subsidian las actividades agropecuarias para mantener un equilibrio entre los precios de los productos y el esfuerzo que requieren estos trabajos.
Muy desafortunada y dañina ha sido la acción de cerrar puertos, como desafortunada pudo ser la decisión abrupta de cancelar los programas de apoyo al campo mexicano. Si es justa o no, o correcta o no. la forma como se han manejado esos apoyos, es algo que debió exponerse a la sociedad y sustentarse con evidencias y propuestas mejores, pero hoy se hace evidente que un acto irracional deriva en otros actos de la misma naturaleza, que finalmente lesionan a la sociedad entera que espera la cordura de sus gobernantes, para tomar su ejemplo y acatar su autoridad, en aras del progreso, de la convivencia social y de su desarrollo equitativo del que tanto hablan quienes aspiran a ser autoridades, pero que escasamente logran, frecuentemente por el nivel tan alto de incomprensión entre gobernantes y gobernados.
Ojalá la sociedad mexicana entienda que cuando se usa la fuerza y la sin razón para imponer voluntades, solo se retrocede y se destruye la estructura que la sostiene, ya de por si endeble y en riesgo de colapso.