La frase “vivimos en un mundo globalizado” es una de las más utilizadas para referirse a diversos temas de la vida cotidiana y señalar la hiperconectividad que existe en todo el mundo.
Las connotaciones de este tema son tanto positivas como negativas, pero más allá de fobias y filias, me gustaría abordar el concepto de globalización y qué consecuencias tiene en la vida económica de un país.
Hablar de globalización es hacer referencia a un proceso histórico de integración mundial en distintos ámbitos que van de lo político a lo económico, social, cultural y tecnológico, que ha convertido al mundo en un lugar cada vez más interconectado.
El término comenzó a utilizarse en la década de los 80, con la división internacional del trabajo, que no es otra cosa que la distribución de la elaboración de los componentes de una mercancía entre varios lugares, según las ventajas de cada uno.
A este contexto se sumó la reducción de las barreras comerciales y el auge del comercio internacional después de la Segunda Guerra Mundial, así como las mejoras en telecomunicaciones y transportes que han reducido las tarifas de larga distancia, los costos y los tiempos de los viajes alrededor del mundo.
En otras palabras, se tiende a crear un solo mercado mundial en el que se comercian productos semejantes, cuyo origen es difícil de determinar, ya que sus operaciones se diversifican en varios países; por ejemplo, un teléfono celular está hecho por varias piezas elaboradas en distintas partes del mundo.
Las innovaciones en las telecomunicaciones, informática e Internet juegan un papel decisivo en la construcción de un mundo globalizado. En el caso de México es un fenómeno de apertura económica, política y social al exterior que comenzó a gestarse en 1985, con la liberación financiera, y en 1990, cuando se integra de forma contundente a la economía mundial por medio de tratados y acuerdos comerciales como el TLCAN (ahora T-MEC), entre otros.
En algunas áreas el proceso de globalización es más avanzado que en otras. Por ejemplo, los mercados financieros están más internacionalizados que otros de mercancías, como consecuencia de la denominada “tercera revolución industrial”, que implica drásticos e importantes cambios en la tecnología y, por ende, en la forma en que se realizan las transacciones.
Sin duda, este fenómeno constituye un beneficio para aquellos países con cuyas ventajas les permiten desarrollar el sector industrial favoreciendo a subsectores como la manufactura, la industria automotriz y la electrónica. En esta línea, la industria automotriz ubicada en México es una de las más importantes y sobresalientes a nivel mundial.
Hay un punto importante para nuestra economía dentro de la globalización, y es que Michoacán se ha posicionado como el gran exportador de productos del campo; sin embargo, la coyuntura incentiva a evolucionar de la exportación de materias primas a productos con valor agregado, lo que implica una oportunidad para el desarrollo de una cadena de valor aprovechando la productividad del agro e invirtiendo en la construcción de un subsector agroindustrial sólido.
Por otra parte, es sabido que varios países han incurrido en una dinámica de proteccionismo comercial consecuencia de sinergias económico-sociales derivadas de políticas económicas que no han logrado permear los beneficios que en un principio se contemplaron; aunque no hay que perder de vista uno de los motivos por los cuales la globalización tuvo su origen, que es la cooperación internacional para el aprovechamiento de recursos y así satisfacer necesidades presentes en toda economía.
Lo más importante: es recomendable no cerrarse al mercado mundial, pero tampoco perder de vista las prioridades y objetivos que se tracen para esparcir los beneficios que dicha globalización puede lograr en una nación, ya que la misma historia también ha manifestado que los beneficios de ésta no siempre son equitativos.