El dinamismo de la economía mexicana se debe a un renovado auge de las exportaciones a Estados Unidos.
Según datos del Inegi, las exportaciones manufactureras, en el periodo de enero a abril de 2017, se incrementaron un 7.3% comparado con una contracción de 4.3% en el mismo periodo del año pasado.
Si lo vemos algo más desagregado, las exportaciones manufactureras excluyendo al sector automotriz se incrementaron un 7.2% entre enero y abril tras reducirse un 4.9% en el mismo período de 2016, en tanto las automotrices se expandieron un 7.5% frente a una caída de 3.1% hace un año.
Por tanto, con Trump, y al contrario de lo que podría pensarse, las exportaciones manufactureras, que representan en torno al 90% de las exportaciones totales, se han revitalizado. En concreto, el sector automotriz, presa de los ataques de Trump, goza de una espléndida salud y está en niveles récord.
Las exportaciones de vehículos, según cifras de la AMIA, se incrementaron un 14.6% entre enero y abril de este año, cuando en el mismo período de 2016 disminuyeron un 7.4%. Nunca antes México había exportado tantos vehículos durante los primeros cuatro meses del año: 978,972 unidades.
Además, la venta al público creció un 5.8% en ese período para situarse también en un máximo histórico para ese periodo: 492,725 vehículos. Si las exportaciones y las ventas están en récord, las fábricas producen vehículos en masa para satisfacer la demanda: un 13.6% creció la producción entre enero y abril a un récord de 1.222 millones.
Por tanto, la economía mexicana, con Trump, marcha de maravilla y, en consecuencia, el mercado de trabajo se ha seguido fortaleciendo. Tanto que Banxico advirtió en su último comunicado de política monetaria que “el mercado laboral pareciera ya no tener holgura”.
La tasa de desempleo, en su serie ajustada por estacionalidad, descendió en febrero a 3.47%, un mínimo no visto desde 2007, antes de la Gran Recesión. Hay trabajo y poca gente desocupada, por lo que empiezan a exigir mayores salarios.