La industria automotriz mexicana tiene una relevancia fundamental en la economía del país y del mundo. En nuestro país este sector tiene una excelente apertura e infraestructura, cuenta con el incentivo del Estado, además de sostener acuerdos bilaterales y multilaterales con 44 países, lo que ha facilitado a los fabricantes el acceso a la mitad del mercado automovilístico mundial libre de aranceles. Por ello “no creo que las empresas transnacionales estén dispuestas a cancelar sus inversiones y destruir la cadena de producción, distribución y comercialización, básicos para la globalización e integración de países en bloques regionales de industria y comercio”, consideró Angelina Gutiérrez, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM.
La posición geográfica de México, los bajos costos laborales y de operación, además de su apertura y desregulación, lo convierten en el séptimo productor de vehículos en el orbe y primero en América Latina. Es el cuarto exportador de autos y el quinto fabricante de autopartes, abundó.
De acuerdo con datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), de enero a octubre de 2015, Estados Unidos fue la principal nación a la que México envió vehículos ligeros, con el 77 por ciento del total de las exportaciones; seguido por Canadá, con 9.1; y Alemania, con 2.9.
Esto ha llevado a que se nos considere el primer proveedor externo de vehículos en el mercado estadunidense, con ventas por 75 mil millones de dólares. La inversión extranjera en el campo automotriz mexicano es uno de los mayores negocios. Por ejemplo, esta industria concentra 11 por ciento de toda la inversión extranjera directa (IED) que ha llegado al país desde 1999 hasta el tercer trimestre de 2016.
La investigadora explicó que de cada centenar de dólares de inversión que ha llegado a nuestro territorio para esa rama industrial, 64 se destinan a fábricas de autopartes, 33 por ciento al ensamble de vehículos ligeros y sólo tres por ciento a vehículos pesados, esto de acuerdo con la Secretaría de Economía.
De cerrarse la conformación de esta cadena internacional de producción vehicular, de la cual forma parte México, estas ventajas se perderían y se destruiría el vínculo de producción y servicios tanto en países desarrollados como subdesarrollados.
De igual manera, prosiguió, se desestructuraría un conjunto heterogéneo de empresas proveedoras globales, regionales y locales, además de la composición y estructura económica.
La postura del presidente electo de Estados Unidos Donald Trump, cuya presión política ha obligado a cancelar algunas inversiones en el país, desbaratará estos bloques de cadenas de ensamble. “No sé qué ocurrirá si Trump crea un arancel tan alto (37 por ciento) para permitir que los automóviles entren al mercado norteamericano”, subrayó.
Ante este escenario, la experta en inversión extranjera afirmó que las negociarán para seguir con esta dinámica. “Siempre se han caracterizado porque van a territorios que les ofrecen mejor rentabilidad en la producción, pero también buscan los principales mercados para las ventas”.
La idea es trabajar con la nueva administración y con el congreso de Estados Unidos para asegurar que el desarrollo de políticas de impuestos y de negocios sea justo y equitativo para esta industria y conseguir el crecimiento económico, dijo.
Violeta Rodríguez del Villar, también del IIEc, apuntó que la cancelación de la planta de la compañía Ford en San Luis Potosí la coloca en una situación difícil: perder el acceso a su principal mercado y sacrificar su baja rentabilidad, pues resulta 40 por ciento más caro fabricar un vehículo en Estados Unidos que en México.
Esta disparidad en los costos de manufactura obligó a la firma a instalarse en territorios con mano de obra barata a fin de evitar la bancarrota, expuso la académica.
Para la investigadora, detrás de esta situación más que un compromiso moral con EU, lo que pesó fue la fuerte dependencia de la compañía hacia la Unión Americana, pues ahí se consumen dos quintas partes de sus automotores.
“Así se explica que no haya retirado del todo su inversión de nuestro país y que de los mil 600 millones de dólares que iba a desembolsar en SLP, destinara la mitad a expandir o incrementar el nivel de operaciones y ocupación de sus instalaciones en Sonora, Guanajuato, Chihuahua y estado de México, pues para hacer frente a empresas tan competitivas como las chinas o japonesas debe producir a costos más bajos que los garantizados por la economía estadunidense”, subrayó.
Al día siguiente de que Ford hiciera pública su decisión de cancelar la construcción de su planta en territorio nacional, Trump celebró la noticia con un tuit: “Gracias por no edificar instalaciones en México y crear 700 nuevos trabajos en la Unión Americana. Esto es sólo el principio”.
Esto se explica porque una de sus promesas de campaña fue crear empleos y reactivar la industria del país vecino; para lograrlo ha amenazado con imponer aranceles de hasta 35 por ciento a toda compañía que deslocalice su producción y se lleve sus operaciones al exterior.
“Si bien Ford no admite haber cedido a esta estrategia, es obvio que sí tuvo efecto. No obstante, cancelar la planta potosina sin abandonar México es la manera que halló para conciliar esta exigencia presidencial con la necesidad de mantener su rentabilidad”, acotó Rodríguez del Villar.
La propuesta de la empresa -como expusieron sus directivos- es manufacturar en EU automóviles eléctricos e híbridos, mientras que en México se ensamblarán vehículos más pequeños.
“Esta medida nos implica una afectación quizá no muy importante en términos brutos dado el tamaño de nuestra fuerza de trabajo, pero sí lo suficiente como para desestabilizar la economía, lo cual se aprecia en el efecto de esta decisión en la bolsa o en cómo ha desalentado la inversión externa de corto plazo, la más cuantiosa”, concluyó.