No obstante, el camino hacia la aprobación ha enfrentado los mayores obstáculos en Washington, donde los demócratas en el congreso estadounidense han expuesto sus preocupaciones por la aplicación de los derechos laborales y la ley ambiental en México. En México, donde el presidente ha descrito el acuerdo como una garantía de estabilidad para la economía de su país, el camino de la aprobación ha sido más fácil.
El entusiasmo del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, por el acuerdo marca un cambio completo y repentino a su prolongada oposición al libre comercio y un sorprendente giro para un político que se oponía firmemente a las políticas de libre mercado de México en el pasado.
El nuevo T-MEC actualiza el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN, de veinticinco años de antigüedad, un acuerdo que ha acercado a las economías mexicana y estadounidense y ha convertido a las fábricas mexicanas en una parte crucial de las líneas de producción estadounidenses.
Hace unos meses México superó a Canadá para convertirse en el principal socio comercial de Estados Unidos y en el mayor mercado para los productos estadounidenses. Alrededor de 1700 millones de dólares en bienes cruzan la frontera sur de Estados Unidos cada día en ambas direcciones.
Luis de la Calle, un exnegociador comercial mexicano, dijo que la importancia de esa relación comercial explicaba el cambio en la actitud de López Obrador.
“La integración llegó para quedarse”, dijo De la Calle. “Existen razones estructurales sobre por qué Estados Unidos y México están integrados. Revertir el TLCAN hubiera tenido un costo tremendo”.
López Obrador envió el acuerdo al Senado a finales de mayo, exhortando a la cámara, controlada por partidos de izquierda, a aprobar el acuerdo.
“Consideramos que nos conviene, que es benéfico para que haya más inversión extranjera”, dijo López Obrador en ese entonces durante su conferencia matutina, y agregó que el nuevo acuerdo comercial ayudaría a crear empleos bien pagados en México.
La ratificación en el Senado es el paso final para que México apruebe el acuerdo. Para que el tratado sea válido, las tres legislaturas deberán aprobarlo, y los tres líderes deben firmar una proclamación para ponerla en vigor, dijo De la Calle.
A pesar del deseo de López Obrador de ver que el acuerdo entre en vigor, la cercana relación comercial de México con Estados Unidos también ha dejado al país gravemente vulnerable ante el enfoque volátil de Trump en torno al comercio y su disposición a usar el intercambio comercial como una ficha de negociación para obtener lo que quiere en otras áreas.
Durante el gobierno de Trump, México ha sido frecuentemente abofeteado con las exigencias del presidente estadounidense.
Trump habló negativamente del TLCAN durante su campaña en las elecciones de 2016, al amenazar con eliminar el acuerdo antes de ceder y exigir un nuevo acuerdo comercial. Sin embargo, antes de que las negociaciones incluso comenzaran, impuso aranceles a las importaciones de acero y aluminio provenientes de Canadá y México, entre otros países.
A pesar de los aranceles, Trump; el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y el predecesor de López Obrador, Enrique Peña Nieto, firmaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte revisado a finales de noviembre.
De la Calle dijo que la fortaleza del TLCAN significa que a pesar de todas las fanfarronadas de Trump, al final retiró las amenazas que lanzó a Canadá y México. Como parte de las negociaciones del T-MEC, ambos países aseguraron un acuerdo que efectivamente los eximiría de los aranceles con los que Trump amenazó a sus exportaciones de automóviles.
Los aranceles al acero y al aluminio, así como los aranceles en respuesta impuestos por México y Canadá, fueron retirados el mes pasado. Esos gravámenes en represalia fueron diseñados para afectar a los estados que son la base de los simpatizantes de Trump.
“Al final, Estados Unidos cambió de parecer y cedió”, dijo De la Calle.
No obstante, la tregua fue breve. Trump amenazó con comenzar a imponer aranceles a todas las importaciones provenientes de México si ese país no actuaba para detener el flujo de migrantes que llegan a la frontera suroeste de Estados Unidos, que ahora arriban en cifras récord.
México aseguró una suspensión de 45 días de los aranceles y ha comenzado a combatir el flujo de migrantes, la mayoría de los cuales buscan escapar de la pobreza y la violencia extrema en Centroamérica. Una nueva fuerza de seguridad, la Guardia Nacional, así como efectivos militares, han comenzado a llegar a la frontera mexicana con Guatemala.
El gobierno de López Obrador está determinado a prevenir una guerra comercial con Estados Unidos. El secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, dijo la semana pasada que los aranceles podrían conducir a una “crisis económica” que quitaría el uno por ciento del crecimiento y costaría a México 1,2 millones de empleos.