La muerte de Kim Jong-il modificó en forma radical los cálculos de Estados Unidos con respecto a Corea del Norte: después de esperar pacientemente un cambio en la política de armas nucleares de ese país asiático, ahora mira con preocupación la posibilidad de nuevos peligros.
Tras años de intermitentes esfuerzos para poner fin al programa nuclear norcoreano, Washington mantenía en los últimos tiempos un bajo nivel de diálogo como una manera de desalentar futuras provocaciones, incluso aunque no se resolvieran los grandes problemas.
Estados Unidos debía decidir esta semana su participación en nuevas conversaciones y su posible ayuda alimentaria al Estado estalinista. Pero el escenario cambió completamente ante la perspectiva de que Corea del Norte ya no sea dirigida por un dictador recalcitrante sino por su joven e inexperto hijo.
Kim Jong-il, de 69 años, fue preparado durante 14 años como sucesor de su padre, Kim Il-sung, fundador del régimen. Pero Kim Jong-un, el heredero del fallecido dictador, es un veinteañero que según se cree carece de un firme apoyo en los círculos de poder.
“Kim Jong-il tomó la manzana que no cayó lejos del árbol. No eligió un sucesor que según él se apartaría radicalmente de su visión sobre Corea del Norte”, dijo un funcionario estadounidense bajo condición de anonimato.
El funcionario cree que Pyongyang tratará de imponer orden durante el período de luto y transición, pero lo que ocurra a largo plazo es más difícil de predecir.
“Mucho depende de si los centros de poder del régimen se unen en torno a Kim Jong-un, o ven este periodo de incertidumbre como una oportunidad para cambiar el equilibrio de poder interno”, dijo.
El experto en Corea del Norte Gordon Flake dijo que la diplomacia estadounidense depende de la política, no de las personalidades, pero considera poco probable que Pyongyang pueda tomar decisiones importantes ahora.
No obstante, Flake, asesor de Barack Obama durante su campaña presidencial, dijo que no hay razón para querer el mantenimiento del status quo. Kim Jong-il desató repetidas crisis tras tomar el poder en 1994, incluida la realización de dos pruebas de armas nucleares.
“En el corto plazo, existe el riesgo de que Corea del Norte pueda atacar. Pero en el largo plazo no creo que haya nada que lamentar de la muerte de Kim Jong-il”, dijo.
La jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Clinton, aseguró que su país desea mejores relaciones con la población norcoreana, la cual según grupos de ayuda vive una grave situación humanitaria.
“Estamos sumamente preocupados por el bienestar del pueblo norcoreano”, dijo Clinton en un comunicado.
A pesar de su política global de no cerrar la puerta a conversaciones con los adversarios de Estados Unidos, el gobierno de Obama ha sido firme en que no reanudará las negociaciones formales hasta tanto Corea del Norte no cumpla los acuerdos sobre la desnuclearización.
Si bien la muerte de Kim impactó en todo el mundo, la noticia no fue inesperada. Había sufrido un derrame cerebral hace tres años y, apasionado por los alimentos grasos y el alcohol, ciertamente no era conocido por un estilo de vida saludable.
El año pasado, un estratega militar advirtió que Estados Unidos necesitaba estudiar todas las posibles consecuencias de un colapso del régimen norcoreano, porque algo así podría desencadenar una crisis sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.
Hablando a título personal, el coronel David Maxwell del Comando Especial de Operaciones del Ejército estadounidense dijo que los norcoreanos resistirían con fiereza a cualquier fuerza extranjera y podrían alzarse en una insurrección mucho más sofisticada que la de Irak o Afganistán.
El ex gobernador de Nuevo México Bill Richardson, que ha mantenido contactos con Corea del Norte desde su época de embajador de Estados Unidos ante la ONU, elogió la estrategia de Obama.
“Hay que mirar las cosas en las próximas 48 horas. Creo que lo que los comandantes militares de Corea del Norte digan en los próximos días va a ser fundamental”, dijo Richardson a la cadena de televisión CBS.
Algunos miembros del opositor Partido Republicano instaron a un cambio de régimen. El senador John McCain expresó su satisfacción de que Kim estuviera ya “en un cálido rincón del infierno” y pidió “un liderazgo decidido y creativo” para poner fin a su régimen.
“Ahora no es momento de hablar de nuevos comienzos y ayuda alimentaria. Deberíamos estar haciendo todo lo posible para deslegitimar esta sucesión junto con el sufrido pueblo norcoreano”, dijo por su parte el representante Ed Royce.