Desde la creación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, México, Estados Unidos (EE. UU.) y Canadá crearon una zona comercial que sentó las bases de los acuerdos que establecería posteriormente EE. UU. con varios países de América Latina y el Caribe (ALC). Con el paso de los años, el TLCAN fue mostrando sus contradicciones: grandes beneficios para ciertos sectores empresariales estadounidenses a costa de la deslocalización empresarial y el descenso de los salarios de los trabajadores del país. Del lado mexicano, el resultado fue un abandono del campo y la profundización de la dependencia por la vía de un modelo exportador-maquilador. Esto puso en agenda la posibilidad de la reforma del TLCAN. Tras la llegada de Trump a la Presidencia, la idea de que “era un mal acuerdo” fue la base de su renegociación. Más de un año después, los tres países han llegado al acuerdo de sustituir el TLCAN por el tratado denominado United States-Mexico and Canada Agreement, USMCA, (Acuerdo de Estados Unidos, México y Canadá).
Este tratado se presenta omo una modificación sustancial del TLCAN, en la que todas las partes aparecen como ganadoras. Sin embargo, algunos de los rubros más destacados parecen dar ciertas notas de que, con este nuevo TLCAN, estamos ante dos tratados bilaterales. Mientras, algunos analistas califican de ‘cosméticos’ los cambios que aporta el USMCA respecto al TLCAN. Veamos algunas de las principales modificaciones y continuidades.
Algunos cambios
Uno de los puntos de discusión durante la renegociación fue la resolución de controversias. El nuevo acuerdo preservará el mecanismo de solución de controversias comerciales condensado en el capítulo 19 del TLCAN. A cambio, Canadá se comprometió a incrementar el acceso a productores lácteos de EE. UU. en un 3,5% de su mercado (antes era de 3,25%), el cual está valuado en unos 16 mil millones de dólares al año.
Una diferencia significativa es que en el TLCAN existía un proceso de liquidación que se encontraba bajo el capítulo 11 (demandas judiciales inversionistas-Estado e inversiones) el cual se eliminará gradualmente entre EE. UU. y Canadá. Sin embargo, se mantendrá entre México y EE. UU. asegurando su vigencia en sectores como petróleo, gas, infraestructura y telecomunicaciones, abiertos al libre mercado bajo el Gobierno de Enrique Peña Nieto.
En el sector automotriz también hubo cambios en las reglas de origen. Con el TLCAN se exigía que un 62,5% de la producción de un automóvil ligero se hiciese dentro de la región para estar exento de aranceles. Con el nuevo acuerdo, se elevó a 75%. EE. UU. logró que entre un 40% y 45% del automóvil fabricado dentro de los tres países tiene que estar fabricado por trabajadores que ganen al menos 16 dólares por hora. Esta cláusula pretende evitar la deslocalización de fábricas a México.
La cláusula ‘sunset‘, sobre revisión y conclusión del acuerdo, se extendió a 16 años, con una revisión cada 6; en el TLCAN se revisaba cada 5 años.
En cuanto a las farmacéuticas, el nuevo acuerdo estableció 10 años de protección contra la competencia genérica. Esto tendrá repercusiones en los respectivos sistemas de salud, pero sobre todo en México, pues dificultará al nuevo Gobierno poder cumplir con uno de sus objetivos en el sector salud.
Se incorpora un capítulo sobre comercio digital, aunque EE. UU. cedió ante la posición canadiense de no aumentar el tope de 30 dólares sin gravamen y México puso el tope en 50 dólares. En este negocio millonario, empresas como Ebay, Amazon, entre otras, no lograron que se incrementara el tope máximo a 100 dólares. En cuanto a los derechos de autor, con el nuevo acuerdo se obligará a que los sitios de internet que infrinjan derechos de autor sean removidos, como se hace desde hace dos décadas en EE. UU. Es una forma de censura habitual utilizada por empresas que proveen servicios de internet.
Lo que persiste…
El tema laboral sigue siendo el gran ausente entre México y EE. UU. No obstante, además de la cláusula de los trabajadores del sector automotriz, el nuevo acuerdo contempla un anexo en el cual los tres países se comprometen a adoptar y cumplir normas y prácticas laborales conforme a lo establecido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En este sentido, México tiene varios convenios firmados, aunque la mano de obra mexicana se caracteriza por condiciones de explotación, semiesclavitud y violación de derechos.
Como hemos advertido anteriormente, detrás de su retórica proteccionista, el Gobierno de Trump esconde una política exterior de libre mercado basada en la expansión de las empresas estadounidenses hacia terceros países. En cuanto a esto, se acordaron dos cosas: mantener los tipos de cambio determinados por el mercado sin incurrir en una manipulación cambiaria y se añadió el artículo (32.10) denominado “TLC con un país sin mercado” por el que uno de los integrantes deberá informar a los otros sus intenciones de iniciar un TLC con un país ‘sin mercado’. El punto cuatro de este artículo indica que la entrada de cualquiera de las partes a un acuerdo con un país ‘sin mercado’ permitirá a las otras partes rescindir el acuerdo y reemplazarlo por uno bilateral. Esta cláusula está diseñada para evitar las relaciones comerciales con países como China o Venezuela, a los que EE. UU. categoriza como países carentes de ‘libertad de mercado’.
Un tema pendiente es el de aranceles al acero y al aluminio. Funcionarios mexicanos mencionaron que eso se negociará por separado y que en los siguientes meses se decidirá su permanencia. Hay dos temas pendientes entre México y EE. UU.: la entrada de atún y azúcar a territorio estadounidense, que ha generado litigios largos para abrir el mercado estadounidense, sin éxito.
Reflexión final
¿Supondrá el USMCA una mejora del TLCAN para los intereses de los trabajadores estadounidenses, tal y como lo presenta Donald Trump? ¿Obligará a mejorar las condiciones de trabajo en México? ¿Beneficiará a las empresas de los tres países por igual? Lo único cierto es que el USMCA debe ser firmado antes del 1 de diciembre y posteriormente ratificado por el Congreso de EE. UU. Esto supedita su aprobación al resultado de las elecciones legislativas en EE. UU., a celebrarse el 6 de noviembre, donde una mayoría de demócratas en la Cámara de Representantes y/o en el Senado podría dificultar su ratificación. A esto se suma que, en las propias filas republicanas, no hay consenso ante las decisiones de la Administración Trump y podrían producirse sorpresas. De momento, el UMSCA es un acuerdo sobre el papel que deberá esperar unos meses para mostrar su verdadera naturaleza y también su viabilidad.