Tras 18 años vigente, México y la Unión Europea (UE) están cerrando las negociaciones para modernizar el Acuerdo que los vincula y que pese a sus limitaciones ha permitido una mejora considerable de su relación. Gracias a él la UE se consolidó como el segundo inversor y socio comercial de México después de EU, aunque en este último aspecto recientemente fue desplazada por China. Sin embargo, esto no impidió que desde 2000 el comercio se multiplicara por más de tres.
México es un socio estratégico de la UE, pero no es sólo una cuestión semántica: la UE tiene únicamente 10 socios estratégicos. México y la UE suman 21% de la riqueza global, prueba de su gran importancia. México también es el segundo socio comercial de la UE en América Latina después de Brasil, aunque con un gran potencial de crecimiento, para lo cual un nuevo tratado sería fundamental.
El fin de la negociación está próximo. De cumplirse las expectativas sería un gran logro para ambas partes. Estamos frente a un acuerdo de cuarta generación, que no se limita al comercio exterior. Además del diálogo político y la cooperación incluye la liberalización progresiva de los intercambios de bienes y servicios. Por los mecanismos desarrollados y los temas incluidos es comparable a los cerrados con Canadá y Japón.
Su ambición se refleja incluso en los aspectos comerciales. El anterior excluía a los servicios y a buena parte de los productos alimenticios, lo que no ocurre en este caso. Se cubre más de 90% de los rubros que afectan al comercio exterior y se incluyen normas sobre denominaciones geográficas, desarrollo sostenible y cambio climático.
Más allá de los abundantes detalles técnicos, el momento del cierre de la negociación es importante. En 2013, a la vista de sus limitaciones, surgió la necesidad de modernizar un acuerdo que se estaba quedando obsoleto. El factor Trump no influyó, aunque tras la ruptura de las negociaciones entre la UE y EU en torno al Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) y los recelos en la fiabilidad del “aliado americano”, la política comercial europea, defensora del multilateralismo, mira hacia nuevos mercados y procedimientos.
Hay otros datos a considerar, como el cierre del acuerdo entre México, Estados Unidos y Canadá, que restablece un marco de mayor previsibilidad. También el inicio de un nuevo sexenio en México encabezado por Andrés Manuel López Obrador, junto a las elecciones al Parlamento Europeo en mayo próximo, que darán lugar a la renovación de las autoridades comunitarias.
La implicación del equipo de transición mexicano en las negociaciones con la UE alientan al optimismo en lo relativo a un cierre rápido y positivo de la negociación. Pero a nadie se le escapa que algunos imprevistos puedan alterar los acuerdos alcanzados y se deba renegociar aspectos muy concretos. De todos modos, la aprobación y ratificación del acuerdo, al menos en aquellos aspectos que son competencia exclusiva del Parlamento Europeo, supondrían un gran paso adelante tanto para México como para la UE.