La industria petrolera global está cambiando el foco de sus inversiones en América Latina. Mientras el atractivo de Brasil crece ante un cargado cronograma de licitaciones para los próximos años y un ambicioso programa de privatización de activos de la petrolera estatal Petrobras, el interés por México está en declive.
“Hay menos atención hacia México porque no hay muchas nuevas oportunidades de inversión después de que el gobierno congeló las rondas petroleras”, menciona Lisa Viscidi, directora del Programa Energía, Cambio Climático e Industrias Extractivas de Inter-American Dialogue, en Washington.
“El gobierno ha mandado señales de incertidumbre para las inversiones, por ejemplo, la renegociación del contrato del gasoducto Marino Sur de Texas-Tuxpan”.
Pocos días después de asumir el gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador canceló la convocatoria a las rondas 3.2 y 3.3 que estaban previstas para febrero pasado, y suspendió el llamado a nuevas subastas en el futuro.
El gobierno mexicano alegó que, de los más de 100 contratos firmados desde 2015, solo 29 habían alcanzado la fase de producción. Ante eso, llamó a las empresas a que mostraran resultados de los contratos adjudicados.
Más allá de las razones esgrimidas, con la suspensión de las subastas, el gobierno de López Obrador puso en pausa uno de los principales objetivos que se habían fijado en la Reforma Energética: impulsar las inversiones privadas en la costa mexicana del Golfo.
Sin nuevas rondas, las inversiones privadas quedarán reducidas por un tiempo a los contratos adjudicados antes del cambio de gobierno.
“México debería mirar el ejemplo de lo que sucedió en Brasil entre 2008 y 2014: las compañías se quedaron sin oxígeno para sus portafolios”, dice Ricardo Bedregal, líder de Upstream de la consultora IHS Markit, en Río de Janeiro.
Bedregal añade que “tomando en cuenta ese antecedente, antes del cambio de gobierno teníamos estimaciones de inversiones de magnitudes similares para México y Brasil hasta 2028 y 2030. Sin embargo, luego de las señales del gobierno, el monto en México podría ser solo un tercio de lo que estaba programado”.
La semana pasada, la Asociación Mexicana de Empresas de Hidrocarburos señaló que la falta de licitaciones impidirá que México reciba 160,000 mdd en los próximos 20 años.
La joya de la corona
Brasil se alista para atraer parte de las inversiones que podría perder México en los próximos años. En el país sudamericano, el principal interés está depositado en el presal, una formación geológica en la plataforma continental que está por debajo de una capa de sal de dos kilómetros de espesor.
Pese a las dificultades geológicas, los costos de exploración en esa zona se han reducido 61% desde 2014, de 15.3 millones de dólares (mdd) por barril a 6 mdd, según la consultora Rystad Energy.
Con niveles de productividad elevados y un calendario de subastas muy apretado, las inversiones en el presal prometen multiplicarse en los próximos años. Según el Plan de Negocios y Gestión 2019-2023 de la estatal Petrobras, 56% del presupuesto de los 48,400 mdd que se destinará al desarrollo de la producción será dirigido al presal.
A esas inversiones se sumarán las grandes compañías petroleras globales como Shell, British Petroleum, ExxonMobil, Chevron, CNOOC, CNPC, CNODC, Repsol y Sinopec, que han incrementado sus presupuestos en Brasil en respuesta a los cambios regulatorios de fines de 2016.
Ese año se eliminó la obligatoriedad que establecía que Petrobras debía tener, como mínimo 30% de todos los consorcios de exploración de bloques licitados. Además, fue eliminada la exigencia de que la petrolera estatal sea la operadora en esos campos.
Una muestra del cambio de foco de las grandes petroleras en América Latina pasa por el recorrido de la compañía estatal malaya Petronas.
La firma había intentado ingresar al mercado brasileño de exploración y producción en 2013 con la compra de dos bloques ubicados en la cuenca Campos, pero las negociaciones terminaron fracasando.
También se había registrado sin éxito en las rondas convocadas en 2017 y 2018. Ante eso, ingresó a México, donde se adjudicó siete bloques en la Ronda 2.4, por lo que fue la segunda mayor ganadora en esa licitación. Sin embargo, su foco volvió a virar hacia Brasil: en abril de este año, Petronas fue la mayor sorpresa de la Ronda número 16, al adjudicarse por primera vez áreas como operadora en una licitación brasileña.
Las diferencias se replican
Como consecuencia de esas mayores inversiones, la expectativa es que el crecimiento de la producción de hidrocarburos en Brasil se acelere en los próximos años. Según las proyecciones de la Agencia Nacional del Petróleo (ANP), en 2023 la producción de petróleo alcanzaría 3.75 millones de barriles diarios, un alza de 35% frente a 2019.
El salto contrasta con la caída en México. Si bien la producción de Pemex ha registrado leves ascensos este año, el promedio de 2019 terminará con otra caída interanual.
La paraestatal tendrá otro año de pérdidas, luego del declive que inició en 2004. Desde entonces, la producción de crudo mexicano se ha desplomado a la mitad de la histórica marca de 3.38 millones de barriles diarios.
El cruce de tendencias en la producción tiene su correlato en la magnitud de las inversiones que se requerirán en los próximos años para cerrar la brecha de infraestructura en ambos países.
A eso se suma que, a diferencia de México, el gobierno de Brasil ha dado señales clara de que buscará reducir sus déficits de infraestructura mediante la atracción de inversiones privadas.
Una muestra de ello es el reciente acuerdo de la estatal Petrobras con el regulador antimonopolio de Brasil, CADE, a fin de reducir la participación de la empresa en el mercado de transporte y distribución de gas natural, como parte de su plan de desinversión.
Además, en la búsqueda de encontrarle un destino a la creciente oferta de gas del presal en el mercado local, han surgido varios proyectos de regasificación vinculados con plantas termoeléctricas.
Hasta ahora, las tres terminales que están en operación fueron construidas por Petrobras, pero comienzan a multiplicarse los proyectos de compañías privadas.
Hay planes para la instalación de al menos 23 nuevas terminales de gas natural licuado, de las cuales dos están en fase de construcción, otras 10 en la etapa de obtención de licencias y 11 más son objeto de estudios iniciales.
A mediano y largo plazo, en Brasil también comienzan a asomar proyectos de exportación.
En un horizonte de cinco a diez años se estima que habrá una o dos plantas de licuefacción para exportar gas licuado por barco. A esto se sumarán las oportunidades que surgen en el sector de la refinación.
Petrobras es actualmente responsable de 98% de la capacidad de refinación en Brasil, pero esa participación se reducirá a 50% en 2021. De hecho, a mediados de este mes, la petrolera brasileña comenzó el proceso de venta de 8 de sus 13 refinerías.
“Petrobras está vendiendo muchos activos en áreas menos rentables del negocio, como la refinación y la distribución, con el objetivo de enfocarse en exploración y producción, los negocios más lucrativos para las petroleras”, dice Viscidi.
El especialista agrega que “en términos financieros, Pemex también se beneficiaría de vender algunos activos para concentrar su portafolio en exploración y producción, pero por la ideología de López Obrador no creo que esto pase en los próximos años”.
El sector refinador es un ejemplo
La gran apuesta del gobierno mexicano para revertir la baja capacidad de refinación de Pemex es la construcción de la refinería Dos Bocas, en Tabasco. El peso de este proyecto seguirá recayendo sobre la paraestatal, a diferencia del esquema de privatizaciones diseñado en Brasil.
El objetivo es que, tras una inversión de 8,000 mdd, Dos Bocas procese 340,000 barriles de crudo. Sin embargo, esa meta no parece sencilla de concretar.
“En las actuales condiciones, la nueva refinería difícilmente vaya a salir”, dice Bedregal, de IHS Markit. “Pemex tiene más de 100,000 mdd de deuda y no cuenta con los recursos suficientes para concretar ese proyecto”.
Ante contextos tan diferentes en los dos países, la gran interrogante a futuro es si se concretará una migración sostenida de compañías petroleras desde México hacia Brasil. “El panorama estará más claro en los próximos dos años”, dice Bedregal.
“Hasta ahora no se ha visto una salida intensa de compañías de México a Brasil, pero si el gobierno de López Obrador no da una señal clara de cumplimiento de los contratos y el cierre de la industria en México se consolida, puede haber una migración en los próximos años y no solo hacia Brasil”, concluye el especialista de IHS Markit.
*Fuente: https://vanguardia.com.mx/