n pocas palabras: las grandes empresas son la que producen casi la mitad de valor agregado de la economía mexicana, los micronegocios, pequeñas y medianas unidades económicas se reparten el resto.
La consecuencia es obvia: las grandes empresas pagan 57 por ciento de las remuneraciones del país y emplean a más de 31 por ciento de las personas ocupadas. Una persona ocupada en una gran empresa recibe, en promedio, un salario seis veces superior que en los micronegocios.
México no es una nación de pequeñas y medianas empresas. El fracaso de la política económica durante años ha propiciado que la mayor parte de las unidades económicas del país sean denominadas micronegocios.
Las cifras del Inegi son contundentes: 95 por ciento de las Unidades Económicas son micronegocios; 0.22 por ciento, grandes unidades, el resto, pequeñas y medianas.
Entre 2005 y 2019 se crearon 3.8 millones de puestos de trabajo, 2.8 millones en micronegocios. Las unidades que emplean entre 1 y 10 personas generaron 38 por ciento del total de la ocupación. Las grandes 31 por ciento, las medianas 16 por ciento y las pequeñas 15 por ciento.
México vive en los extremos: las grandes Unidades Económicas forjan el crecimiento económico y los puestos de trabajo formales bien remunerados. Los micronegocios son la válvula de escape de la ocupación: ante la falta de crecimiento, quienes no encuentran empleo deben encontrar una salida que los conduce a la precariedad, básicamente porque la mayoría trabajará en la informalidad y sin prestaciones.
Frenar la economía y los incentivos para invertir tiene una consecuencia si ello ocurre al nivel de las grandes empresas, en esencia restringirá el mecanismo de crecimiento y desarrollo de corto plazo: el sistema productivo nacional carece de empresas de tamaño pequeño y mediano de alta innovación y productividad.
La ausencia de un programa de desarrollo industrial y de servicios de alto valor agregado generó un ecosistema productivo precario, que se refleja en el mercado laboral.
En el corto plazo México sólo podrá crecer si hay una reactivación de la inversión productiva, que por su naturaleza únicamente podrá llegar al crear un Acuerdo Nacional con el sector privado capaz de hacerlo.
La transformación debería garantizar que ello se dará privilegiando el desarrollo de proveedores nacionales de insumos y servicios, es decir de lo Hecho en México por pequeñas y medianas empresas.
El camino no será fácil, se deberá contar con programas contingentes de fortalecimiento productivo: financiamiento, política fiscal, insumos energéticos baratos, alianza con empresas extranjeras para transferencia de tecnología e innovación, un modelo de educación dual que permita acceder a mayores capacidades laborales.
Todo ello debería formar parte de un programa de reactivación económica basado en la industrialización de México. Además, el T-MEC empieza a correr e impone nuevas restricciones a un gigante que debe su crecimiento a pocas empresas y a una válvula de escape, los micronegocios, que generan pobreza.
JOSÉ LUIS DE LA CRUZ
*Fuente: https://www.elsoldemexico.com.mx/