Poco a poco y casi sin sentirse, la industria aeronáutica y aeroespacial han ido creciendo y fortaleciéndose en nuestro país. Al principio, hace bastantes años, era simplemente usar la frontera y aprovecharse de una mano de obra diestra y barata.
Hoy la industria aeronáutica y aeroespacial mexicana es ya un jugador importante que está en el lugar 12 de la tabla mundial y que exporta alrededor de 8,500 millones de dólares anuales de partes, que producen unas 370 empresas del sector instaladas en nuestro país.
Estas empresas están agrupadas en la Federación Mexicana de la Industria Aeroespacial (Femia), que preside Felipe Sandoval, director de Safran, y que dirige Luis Lizcano, ambos ingenieros, cuya labor ha sido encomiable pues se ha logrado unificar a la industria dentro de una estrategia multianual, que ha funcionado pues sus metas se han cumplido y para el 2020 esperan que México se encuentre en el top 10 global con crecimientos de doble dígito año con año.
El panorama es muy bueno pero —como toda industria— la aeroespacial y aeronáutica están cambiando y si México no se pone las pilas puede perder lo que nos ha costado tanto trabajo conseguir. Femia estima que en el 2026 o el 2028 el eje de la industria se mueva hacia la región Asia-Pacífico, tal como sucede con el transporte aéreo, lo cual podría dejar en desventaja al bloque americano que hoy es el más importante, sobre todo por Estados Unidos y Canadá, pero donde también juegan países como Colombia, México y Brasil.
No olvidemos que Embraer, la empresa aeronáutica brasileña, acaba de cerrar un trato con Boeing para fabricar tres tipos de aviones de entre 80 y 146 asientos, lo que la coloca en uno de los mejores lugares para seguir desarrollando este sector.
México ha avanzado dentro de la cadena de suministro, pero tiene muchos retos. Entre las estrategias que hay se encuentra sumar a proveedores de otras industrias, como la automotriz, para que se reconviertan a un sector que es hoy más prometedor. Sin embargo, la apuesta no es sencilla.
Aunque parezca que los materiales son semejantes y el proceso similar, lo cierto es que la industria aeronáutica es mucho más complicada. Se requieren certificaciones muy específicas para la fabricación de partes, materiales compuestos muy diferentes y si los autos tienen unas cuantas miles de piezas diferentes, un avión puede requerir hasta 6 millones y medio de partes distintas.
Otro problema es que además de lo complejo, el número de aviones que se fabrican es infinitamente menor que el de los autos, de modo que todo este esfuerzo se hace para fabricar muy pocos ejemplares de partes muy especializadas. Además, no hay lugar al más mínimo error. Sin duda, un reto muy interesante.
Aún así, México puede convertirse en ese campeón que se inserte en la industria en los primeros sitios y forme parte de su futuro. Por lo pronto existen 26 universidades y centros de educación superior que tienen carreras que requiere el sector aeronáutico, como las ingenierías para producir, diseñar y mantener aviones, desarrollo de avionics y otros procesos computarizados que son de alta especialización.
Además, hoy estamos exportando en 90% partes para la industria aeronáutica civil (aviones y helicópteros) y muy poco para el segmento militar y el aeroespacial, donde hay oportunidades que aún no explotamos. Y aquí conviene mencionar que el nuevo tratado que sustituirá el NAFTA (el T-MEC que aún no se aprueba) mantiene prácticamente las mismas condiciones, lo que para México es favorable pues este es el bloque de países más importante en la industria, pero no podemos depender ni de la buena voluntad ni de la inercia. Estamos a tiempo de presionar el acelerador para que las metas de la industria no sólo se cumplan, sino se hagan más sólidas.