sábado, abril 20, 2024
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Calderón claridoso

Fue bueno que los funcionarios y legisladores norteamericanos escucharan de nuevo lo que el presidente Calderón les dijo en la LXI Asamblea General de Naciones Unidas el miércoles de esta semana.

Tranquilas sus conciencias con los programas de cooperación con México, siempre decididos por ellos como, por ejemplo el Plan Mérida, era tiempo que México, una vez más, señalara desde la más alta tribuna mundial con sencilla claridad, que el origen de las decenas de miles de muertos en México y América Latina está en la drogadicción del pueblo de EU que subyuga a 30% de su población.

No sólo está México agraviado por las mortales consecuencias que sufre por el consumo de narcóticos en el vecino al norte, sino porque, además, se nos endosa  la protección legal de que gozan la industria armamentista norteamericana y sus comerciantes vendedores de armas de todo calibre. A ese siniestro tráfico y contrabando que la acompaña se añadió, a mayor abundamiento, el inconsulto programa Rápido y Furioso, increíble ironía orquestada durante un largo período por una de las agencias oficiales de aquel gobierno.

La acusación de México exhibe lo irracional del constante cabildeo que se hace en el Congreso de EU que justifica que cientos de traficantes de armas, amparados en la anacrónica Segunda Enmienda Constitucional, lucren descaradamente abasteciendo a los criminales de las mafias mexicanas. A este respecto, Calderón demandó la firma de un Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas para impedir el desvío de éstas a actividades prohibidas por el derecho internacional.

Las palabras de Calderón no son de impaciencia ni de una frustración de final de sexenio. Era importante reiterarlas ante las delegaciones de 193 países para subrayar la obligación moral de EU de frenar el consumo de sus millones de drogadictos. El llamado de Calderón no son palabras al aire. No se hace ilusiones. Si “no pueden, no quieren o se resignan a seguir vendiendo armas y consumiendo narcóticos, entonces, dijo Calderón, el gobierno norteamericano tiene que buscar otras alternativas”.

¿Cuáles? Una, la social, será extender los programas terapéuticos oficiales para intentar reducir el número de muertes por esa adicción calculadas en 20 mil. Otra, es más práctica y directa. Aunque, la legalización del consumo, producción o comercio de drogas no está considerada a nivel federal, es un hecho que el cultivo de la mariguana, droga “suave”, se propicia y prospera en algunos estados norteamericanos como California. Es buena la noticia.

Si EU se resigna a seguir siendo el mayor mercado mundial de drogas, deben surtirse más, con evidente ventaja logística, de su producción doméstica que del estupefaciente importado. Hablamos no sólo de las variedades cultivables en casa, sino de las industrializadas. Las finanzas americanas se beneficiarán al contenerse la multimillonaria fuga de divisas al exterior, uno de los aspectos que más preocupan a la banca y al fisco.

Nuestra campaña contra los narcóticos no es sólo por interés nacional. Haciendo más costoso, en vidas y dinero, el gran negocio de producir y trasportar drogas hacia el norte, estamos expulsando hacia allá la sangrienta guerra por territorios que desatan las mafias. Nosotros nos libraremos por fin de los crímenes y violencia que tanta tragedia nos ha sembrado.

Así, los 22 millones de adictos americanos se surtirán, quizá con menos cargas de conciencia, de su propia producción. El endoso se revierte. La serpiente se irá mordiendo su cola.

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