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Comercio exterior para el futuro

México, más que nunca, requiere de un plan general de comercio exterior como punto de referencia para articular su producción y exportación y asegurar un óptimo nivel de empleo de su población trabajadora. Tal plan supone el desarrollo y aprovechamiento sistemático de los recursos materiales y humanos con que actualmente contamos.El desarrollo tiene que ser inclusivo y sostenido. Los países que han tenido éxito en ese empeño son los que han sabido uncir las fuerzas populares a las de los teóricos y técnicos del gobierno y empresa.

Fuente:Excelsior

04 de Febrero de 2017

Ante todo hay que identificar sectores básicos para construir sobre ellos una estrategia integral de desarrollo socioeconómico. Un criterio práctico es listar aquellos que ya han atraído la inversión nacional y extranjera. Fijados como punto de arranque, se suman luego los nuevos cuyos productos gozan de demanda efectiva y previsible en los mercados actuales.

Entre dichos sectores hay algunos que son indispensables para un firme desarrollo nacional. A ellos se les debe destinar fondos y apoyos administrativos adecuados. Hay que formar cuadros de personal calificado que conozcan y resuelvan con acierto los pasos hacia el desarrollo.

La enumeración de actividades puede comenzar por la minería, donde seguimos siendo importantes en metales como plomo, cobre, zinc y bismuto, al lado de nuestra tradición en plata y oro. Siguen las aleaciones, la metalmecánica, los equipos pesados y de transporte, muchos de los cuales seguimos trayendo de fuera, pese a que hace décadas se han logrado avances en su fabricación.

Sigue la agricultura, actividad prioritaria para asegurar el abastecimiento popular de alimentos básicos y con ello la independencia política del país y libertad de maniobra en los escenarios mundiales.

La importación de alimentos, sin embargo, ha crecido 400% en los últimos quince años, drenando valiosos recursos financieros. El maíz amarillo en 81%, el arroz en 73%, trigo 52% y 90% en oleaginosas; 45% de nuestras necesidades alimenticias viene de fuera. Nos faltan reservas de alimentos que protejan al mercado interno de aumentos inesperados en los precios internacionales.

La agricultura comercial como la de legumbres, frutas, especias y horticultura de ornato genera divisas. Aumentar su producción y comercialización ahorraría el impresionante gasto que hacemos en importar de todo el mundo productos que debieran ser de casa.

La actividad pesquera, con la debida supervisión que proteja sus recursos, y nuestra agricultura pueden confirmar a nuestro país como proveedor de primer orden mundial en nuevos mercados como el asiático y países del Golfo Pérsico.

Nuestro algodón de alta calidad es fundamental para los textiles y la ropa confeccionada, ocupación para miles de trabajadores que hay que defender, como lo hacen otros países, de abusivas importaciones. La industria del calzado, de confirmados éxitos en mercados norteamericanos, también necesita protección contra lacompetencia asiática que ahí nos desplaza.

Para la industria química, central para el desarrollo, seguimos importando una larga lista de insumos y terminados, como son fertilizantes, pinturas, aceites y productos de uso doméstico que deberíamos producir. La electrónica es industria crítica que requiere mayor participación nacional, al igual que la farmacéutica, donde predominan capitales extranjeros.

Es urgente integrar la industria automotriz, cuyas impresionantes cifras de exportación sólo reflejan operaciones de armado.

Gran parte de nuestra industria funciona con componentes importados. Más aún, trabaja por debajo de su potencial: en 2012 al 60%. De los 170 mil millones de dólares de bienes intermedios importados en 2010, 100 mil millones eran para las maquiladoras. Así sigue.

Antes sólo exportábamos azufre, ixtles, café, miel de abeja, piña enlatada o carnes al lado de mucho petróleo. Hoy ofrecemos una amplísima gama con nuevas tecnologías.

El superávit que ganamos en nuestras ventas a Estados Unidos, que tanto irrita al presidente Trump, es engañoso: el contenido norteamericano en las manufacturas que les mandamos es 40 por ciento.

Antes sólo exportábamos azufre, ixtles, café, miel de abeja, piña enlatada o carnes al lado de mucho petróleo. Hoy ofrecemos una amplísima gama con nuevas tecnologías.

La ironía está en que, tras décadas enteras de desatención a lo obvio, la diversificación de mercados se nos presente ahora como gran novedad, al lado de una repentina preocupación por el bajo componente nacional de nuestros productos.

¿Necesitábamos que Donald Trump nos despertase a la debilidad de nuestro país tan asociada a un comercio exterior desviado de su objetivo dinamizador de prosperidad general por el exógeno paradigma del libre mercado?

Para enderezar el rumbo hace falta fijar metas claras y prácticas, fincadas en áreas prioritarias convenidas por el gobierno, el empresariado y organizaciones sociales. Ya no podemos seguir al garete ni jugar con el futuro de millones de mexicanos.

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Cortesía de Investing.com

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