México no entendió el concepto de globalización, lo confundió con el de apertura económica y comercial. Formalmente firmó múltiples acuerdos, en la práctica todo se ha centrado en su vinculación con un solo país: Estados Unidos.
En realidad, el proceso de globalización mexicano es una monoglobalización que lo ata a la fuerza centrípeta de la economía norteamericana.
En la forma México es un país diversificado a través de acuerdos con la Unión Europea, Japón y países en América Latina. En apariencia se apuesta por el multilateralismo, en la práctica se privilegia la relación con Estados Unidos.
La renegociación del TLCAN refrendó lo anterior, el pragmatismo y la presión política del presidente Trump obligaron a que México refrendara su renuncia a la globalización. En el corto plazo, no existe la estructura para aspirar a más, es un fruto de la realidad.
El TLCAN es un asunto de seguridad nacional para una nación que ha supeditado su política económica al cumplimiento puntual de los acuerdos firmados, y el TLCAN tiene el mayor peso específico. Se entienden las razones, lamentablemente eso no resolverá el problema de dependencia para una economíaque solamente crece 2.5%.
Además, debe entenderse el contexto en lo que esto ocurre: el fin del multilateralismo que se gestó en 40 años. El Brexit fue el primer golpe, cimbró a la Unión Europea. La salida de la negociación del TPP por parte de Estados Unidos fue el preámbulo de lo que seguía: un segundo golpe que puso en vilo la integración en América del Norte.
El tercero, la Guerra Comercial entre China y Estados Unidos. El cuarto, la ruptura de alianzas de Estados Unidos. El quinto, las modificaciones que llegarán a la OMC. La evidencia es clara, el mundo cambió y México debe prepararse.
La relación en América del Norte se ha modificado. La firma del TLCAN (diciembre de 1992) fue anunciada como el acuerdo comercial más grande el mundo, fue el parámetro que se le adjudicó. ¿Cuál era la expectativa en el país sobre el TLCAN? El mensaje presidencial con motivo de la culminación del TLCAN (12 de agosto de 1992) fue claro: “el Tratado significa más empleo y mejor pagado para los mexicanos.
Esto es lo fundamental; y es así, porque vendrán más capitales, más inversión…. En palabras sencillas, podremos crecer más rápido y entonces concentrar mejor nuestra atención para beneficiar a quienes menos tienen”. Los estudios a profundidad realizados en México y Estados Unidos permiten asegurar que el objetivo descrito no se logró, no obstante, en este momento lo relevante es
¿Qué hará México ante el cambio que se avecina? Se deberá revisar con lupa el acuerdo presentado al congreso mexicano para responder ¿Cuál es el beneficio económico y social que se espera del nuevo acuerdo? Particularmente cuando el proceso de renegociación fue ríspido y con metas divergentes. No se avanzó hacia una mayor integración, la agenda del presidente Trump era privilegiar “Hacer a América Grande, Otra Vez”.
México realizó una apuesta muy grande en favor del TLCAN original que lo ató a una sola economía. Hoy vuelve a refrendarlo con un acuerdo que forma parte de una estrategia integral para revertir el multilateralismo y con ello la garantía de equidad.