Los gurús de la economía no han desatinado esta vez. Predijeron que la Bolsa de Tokio se desplomaría en la primera jornada después del maremoto y vaya si lo hizo. El índice Nikkei perdió ayer un 6,18% y cayó al nivel más bajo en cuatro meses, 19.620 puntos. Más valor se dejaron por el camino las grandes de la automoción, con Toyota a la cabeza (-7,92%). Y el mayor descalabro fue para Tokyo Electric, propietaria de la central nuclear de Fukushima, que vio como casi una cuarta parte de su valor se volatilizaba. Pero todos están todavía lejos de tocar fondo, porque el miedo se ha apoderado de la economía y en el mundo globalizado de los especuladores los temores a que algo suceda son suficientes para provocarlo.
No en vano, mientras los inversores nipones se llevan las manos a la cabeza, otros se las frotan. Japón va a necesitar desembolsar decenas de miles de millones de euros para llevar la normalidad a las zonas afectadas por el tsunami que arrasó la costa noreste del país el pasado viernes, y las empresas locales no van a tener la capacidad suficiente para suministrar el material necesario, más aún si se demora la puesta en marcha de todas las fábricas que han tenido que cerrar como consecuencia de la tragedia.
Eso supone que el país tendrá que adquirirlo fuera de sus fronteras y los principales beneficiarios serán sus vecinos más próximos y adversarios económicos: China y Corea del Sur. Muestra de la excitación vivida en Seúl son el auge de un 0,8% del índice Kospi y la apreciación superior al 4% de la que disfrutaron ayer los títulos de empresas como LG o Samsung. En Shanghai el auge fue menor, de un 0,13%, pero estuvo asentado en la especial fortaleza de los productores de materiales de construcción, cuya demanda aumentará por el seísmo.
Alguien tendrá que reemplazar también todos los vehículos que arrastró el tsunami, y no parece que sea el momento más propicio para que lo hagan las marcas niponas. Ayer, todas tuvieron que cerrar sus plantas -y representan un 20% de la producción industrial del país- lo mismo que acerías, papeleras y productores de electrónica. Ya no sólo por falta de materia prima o de componentes sino también por los cortes en el suministro eléctrico, fruto del apagado de buena parte de la red nuclear que aporta el 30% de la electricidad del país y que ha propiciado una caída del 25% en la producción normal.
Para evitar un colapso total, Tokyo Electric está diseñando un plan de rotaciones para que la energía llegue a las fábricas y éstas sólo tengan que detener la producción dos días a la semana. De momento, este hecho sin precedentes está afectando también a las ingentes exportaciones del país del Sol Naciente y a empresas de otros países que dependen de componentes fabricados en Japón, entre ellas Apple.