Hasta hace dos décadas, la industria aeroespacial estaba reservada a los países desarrollados; hoy es posible pensar en el ensamble completo del primer avión mexicano en un plazo no tan remoto, aunque ello implique estar ligado a las Redes Internacionales de Producción ajenas a los intereses nacionales.
De acuerdo con Huberto Juárez Núñez, profesor investigador de la Facultad de Economía de la BUAP, la industria aeroespacial inició como talleres de reparación, fabricación de arneses y partes simples en los años ochenta y noventa, en Tijuana, Baja California. Sin embargo, su verdadera expansión inició en 2003 “cuando el gobierno federal, dentro del proyecto de revitalizar las Redes Internacionales de Producción en segmentos dinámicos en el país, encuentra aquí una nueva ventana de oportunidad -como parte de la maduración de industrias como la electrónica, la automotriz y la de equipos especiales-, para restablecer los niveles de crecimiento de exportaciones que habían caído por la recesión de la economía norteamericana de los años 2001 a 2003”.
La viabilidad del proyecto se dio por la experiencia industrial acumulada tanto en la fabricación de productos de alto contenido tecnológico (autos, televisores, computadoras, equipos de audio y video), como en el desarrollo de capacidades organizacionales como es el clúster de proveedores modulares con integraciones maduras entre proveedores de diversos niveles, señala el también especialista en la industria automotriz.
Todo sucedió de manera muy rápida, indica Juárez Núñez: “en el año 2004 la industria aeroespacial en México exportó 400 millones de dólares y empleaba a cerca de 10 mil trabajadores en 73 plantas concentradas en el norte del país. Unido a esto, las importaciones de Estados Unidos desde México de manufactura de partes para aviones presentaron una dinámica sin precedentes, México pasó de ocupar el lugar 17 en 1997 con exportaciones a Estados Unidos por un valor de 77 millones dólares, a la posición 9 para el año 2003 con 354 millones de dólares.”
A partir de estos primeros resultados se generaron proyecciones acerca de la expansión y desarrollo de esta industria en México, alentadas por la contracción de la economía norteamericana y asociadas al crecimiento de las industrias automotriz y electrónica.
Bajo un nuevo diseño, sustentado en aglomeraciones industriales con capacidades especializadas, sostiene el investigador, “aparece por primera vez el reconocimiento de la necesidad de un parque electrónico para la industria aeroespacial, que tendrá como objetivo la atracción de la industria ubicada sustancialmente en EU y Europa, y que contará con el apoyo de dependencias tanto nacionales como internacionales”.
De acuerdo con su investigación, el crecimiento en los niveles de exportación, fuerza de trabajo e inversión en la industria aeroespacial no dejaron lugar a dudas: en el 2006, los niveles de exportación fueron de 2 mil 042 millones de dólares; en 2007, de 2 mil 728 millones de dólares; y en 2008, 3 mil 133 millones de dólares, con tasas de crecimiento de 21.3 por ciento, 33.6 por ciento y 14.86 por ciento, respectivamente.
En cuanto a la fuerza de trabajo incluida en estas actividades, de 2004 a 2006 el número de obreros creció sólo de 10 mil a 10 mil 500, pero de 2007 al 2008 la cifra pasó de 11 mil a 26 mil trabajadores, lo que reportó una variación de 136.3 por ciento.
A su vez, la inversión extranjera directa y nacional en esta industria reportó cifras por 6 mil 367 millones de dólares, de 2007 a 2008.
Además de bajos costos salariales en México, comenta Huberto Juárez, se observó en México una tendencia de incrementar la capacidad de la mano de obra. “En 2004 ya se manejaba un censo de la cantidad de ingenieros egresados de universidades mexicanas, tanto públicas como privadas, y se contabilizaban alrededor de 65 mil egresados al año, lo cual sugería un ambiente que podía ofertar fuerza de trabajo potencialmente capacitada”.
La estrategia gubernamental para impulsar la expansión de la industria aeroespacial en México se desarrolló por fases, cuyos avances pueden medirse por los datos reportados entre 2009 y 2010: el número de trabajadores pasó de 30 mil a 34 mil; el total de plantas instaladas es de 233; y las exportaciones fueron de 3.26 mil millones de dólares, documenta el investigador.
Con relación a la inversión extrajera y nacional se identifican cifras por 950 millones de dólares en el periodo de 2009, que dio lugar a la campaña en torno a que México ya era el país que ocupaba “el primer lugar internacional en atracción de inversión extranjera directa para la industria aeroespacial”.
En la actualidad, la industria aeroespacial en México está formada por más de 200 fábricas que han instalado los corporativos transnacionales y por una planta laboral de alrededor de 35 mil trabajadores. Aunque, los productos que se manufacturan en estas plantas son parte de una cadena internacional, cuyo diseño y desarrollo pertenece como propiedad intelectual a esas transnacionales, advierte Juárez Núñez.
“Los costos del desarrollo -concebido como la presencia de empresas líderes del sector, la producción para la exportación, la factibilidad de ensamblar un avión en el país- son, sin duda, muy altos, pues no lo compensa el hecho de que haya departamentos, laboratorios de científicos mexicanos involucrados en tal o cual proyecto, si éstos no tienen ninguna relación con lo que en este campo se puede construir para el país. Es decir, el proceso de aprendizaje, en los dos sentidos: asimilación del Know-how industrial y desarrollo de capacidades de innovación, están vedadas”.
Tampoco es un alivio decir, agrega, “que ahora hay cerca de 35 mil trabajadores laborando en las más de 200 plantas, si como observamos en Querétaro, su calificación se ha hecho con fondos públicos mexicanos (programa Bécate) y sus salarios están ligeramente por encima del promedio industrial de la ramas exportadoras (cuatro salarios mínimos por día)”.
No obstante los avances registrados en la expansión de la industria aeroespacial en el país, se ha postergado la fecha de despegue de un avión hecho en México -aunque con tecnología extranjera-, debido a la falta de integración de la cadena de producción, afirma Huberto Juárez.
El hecho es “que como país estamos involucrados en una industria que produce parte de productos estratégicos para las potencias económicas y militares, y tenemos los riesgos de ser anfitriones de entidades como las Redes Internacionales de Producción, que han mostrado ser ajenas a los intereses nacionales”.