La temporada de lluvias en México inició formalmente el 15 de mayo y, la de ciclones tropicales se inauguró con la tormenta tropical Alberto, en el Océano Atlántico, la cual duró del 27 al 30 de mayo, y que se disipó en la Península de Yucatán sin ningún daño que lamentar.
Este año, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), organismo dependiente de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), prevé un total de 32 ciclones tropicales, 18 en el Océano Pacifico y 14 en el Océano Atlántico. Todos ya con un nombre en orden alfabético en dos series, una para cada océano.
Ciclón tropical, es un término meteorológico usado para referirse a un sistema tormentoso caracterizado por una circulación cerrada alrededor de un centro de baja presión que produce fuertes y abundantes lluvias. Los vientos rotan en sentido contrario a las agujas del reloj en el hemisferio norte y en el sentido de estas, en el hemisferio sur
Los ciclones tropicales ocurren en la franja intertropical de Cáncer y Capricornio, y son los fenómenos más poderosos y destructivos en la naturaleza. Cada año a nivel mundial se forman un promedio de 80. Por su fuerza, un ciclón tropical puede llamarse Depresión Tropical, Tormenta Tropical o Huracán y en el únicamente en el Mar de China a los huracanes se les llama Tifones.
Según Gonzalo Prieto, en Geografía Infinita, hay siete zonas ciclónicas en el mundo. Estas son el Océano Atlántico, las zonas oriental, sur y occidental del Océano Pacífico, así como el suroeste, norte y sureste del Océano Indico.
Excelsior, con información de Notimex, señala que a un Ciclón Tropical con vientos menores a 62 kilómetros por hora (km/h) se le considera una depresión Tropical. Cuando los vientos alcanzan de 63 a 117 km/h se clasifica como Tormenta Tropical y se convierte en Huracán cuando los vientos superan los 118 km/h.
En 1969 Herbert Saffir y Bob Simpson, desarrollaron la escala Saffir-Simpson que clasifica a los Huracanes en 5 categorías de acuerdo a la intensidad del viento y sus posibles daños: la categoría 1, alcanza vientos entre 119 y 153 km/h y causa daños a arbustos y árboles, inundaciones en zonas costeras y afectaciones menores a puertos; la categoría 2 tiene vientos que oscilan entre los 154 a 177 km/h, causa daños importantes a la vegetación con afectaciones a tejados, puertas y ventanas, causa daños a casas móviles, y genera inundaciones en puertos así como rupturas de pequeños amarres.
En la categoría 3, los vientos se ubican entre 178 y 209 km/h, existen daños estructurales en edificios pequeños, las inundaciones destruyen edificaciones pequeñas en zonas costeras y objetos a la deriva pueden causar daños en edificios mayores con posibles inundaciones tierra adentro.
En la categoría 4, los vientos son de 210 a 249 km/h, los daños son generalizados a estructuras protectoras, hay desplome de tejados en edificios pequeños así como alta erosión de bancales y playas, e inundaciones en tierras interiores.
Finalmente, en la categoría 5 los vientos son mayores a 250 km/h, la destrucción es completa en tejados de edificios, las inundaciones pueden llegar a las plantas bajas de los edificios y es necesaria la evacuación masiva de áreas residenciales cercanas a la costa.
Los huracanes que tanta destrucción pueden causar en los litorales, son una de las principales fuentes de humedad en la parte central del país debido a su conformación montañosa que impide el paso de corrientes de vientos húmedos hacia el altiplano.
Debido a estos fenómenos, se recomienda a las autoridades civiles y militares estar atentos por deslaves, inundaciones y crecidas en cauces de los ríos cercanos a centros de población. Asimismo, se pide a las autoridades atender las recomendaciones de la Coordinación Nacional de Protección Civil para salvaguardar a la sociedad y sus bienes E, así como el estar atentos a los avisos y boletines meteorológicos que se emiten por parte del Servicio Meteorológico Nacional.
Previo al inicio de la temporada de lluvias, se deben realizar inspecciones de barrancas, ríos, presas y puntos vulnerables de inundación. De manera especial, los municipios deben definir las zonas de tiro de escombro, vigilar y/o sancionar en su caso la deposición de materiales en orillas y lechos de cauces.
De igual forma, se debe evitar tirar basura en calles, barrancas y ríos, ya que estos desperdicios tapan las alcantarillas de los colectores de agua y pueden generar mayor riesgo de inundaciones.
Mantener la observancia de no permitir construcciones cerca de cauces, puentes y alcantarillas que reduzcan el flujo natural del agua.
Pero quizá, ante la reducción acelerada de la disponibilidad de agua, una de las acciones más importantes que requerimos hacer, es la reforestación masiva de áreas, actualmente desnudas en las partes altas de las cuencas, que permita dejar más tiempo el agua en los cerros logrando su infiltración. Misma acción requieren las tierras de cultivo para maximizar la absorción de la lluvia a través de la roturación de suelos y que devenga en mayor producción y recarga de acuíferos.
También, se deben desarrollar obras de captación de lluvia en la parte alta para abastecer de agua potable a la población o para promover la infiltración a los mantos acuíferos. En estos casos, podríamos reducir el riesgo de inundaciones a centros urbanos durante la época de lluvias y recargar los acuíferos que nos aporten agua durante la época de secas.
Estas acciones requieren de políticas públicas al respecto, pero sobre todo de voluntad política de los gobernantes.