Los Walter cultivan maíz en Illinois y son parte de un reducido grupo que está encontrando formas ingeniosas para sacarles más dinero a sus cultivos, en momentos en que un exceso de producción está reduciendo los precios de los granos a sus niveles más bajos en varios años. Ellos esperan que al satisfacer un cambio en los gustos de los consumidores hacia los productos locales de alta calidad, las ganancias sean más confiables que las obtenidas con los turbulentos mercados globales de granos.
“Era obvio para nosotros que no era un modelo de negocios a largo plazo”, dice Jamie Walter respecto a la dependencia de su granja de los precios internacionales de los cultivos, los cuales han oscilado marcadamente esta década. Ahora, la familia, que lleva cinco generaciones en el negocio, se ha expandido con su empresa Whiskey Acres Distilling Co., la cual lleva tres años destilando maíz y trigo para vender su licor a unos 100 kilómetros de distancia, en Chicago.
“Crear un producto con valor agregado nos da la oportunidad de tener éxito”, dice Jamie, indicando que la construcción de la destilería junto con su socio Nick Nagele, la cual tuvo un costo de un millón de dólares, fue una alternativa a acumular deuda para expandir su granja de poco más de 800 hectáreas. “Queríamos establecer nuestro propio poder de fijación de precios”.
Los precios del maíz y el trigo en el Chicago Board of Trade han caído casi 60 por ciento desde su cénit reciente de 2012. La soya ha bajado 44 por ciento durante el mismo periodo. El resultado es que los ingresos de las granjas han caído desde sus máximos de 2013. Muchos agricultores estadounidenses perderán dinero este año, advierten los economistas.
Desde la Segunda Guerra Mundial, los agricultores han buscado mejorar sus ganancias al incrementar el rendimiento de sus cultivos, reducir costos y expandir sus operaciones. Los equipos más grandes y sofisticados y las semillas de alta tecnología han alentado una tendencia hacia las granjas más grandes y con mayores requisitos de capital. Ahora, la creciente demanda de alimentos producidos de manera local coincide con las preocupaciones sobre los volátiles precios de los cultivos, lo que ofrece una oportunidad a los agricultores para que traten de reducir la brecha entre sus cultivos y los consumidores.
“Sin duda, la mayoría de los productores está buscando formas de mejorar sus márgenes”, dice Mark Jensen, director de riesgo de la cooperativa de crédito agrícola Farm Credit Services of America.
Las granjas lecheras y huertos hace tiempo abrieron sus puertas a los visitantes dispuestos a comprar quesos artesanales y sidra de manzana directamente a los agricultores.
Los ganaderos han lanzado razas de herencia y carne de animales alimentados únicamente con pasto, que les permite colocar sus nombres en los menús de los restaurantes de renombre. Actualmente, algunos agricultores, además de producir licor, están convirtiendo sus granos en harina e instalando molinos en sus granjas o han comenzado a plantar los granos que se usan para hacer tortillas y chips.
“Espero interpretar esto como una tendencia que se acelerará mientras más tiempo se mantengan deprimidos los precios y los ingresos”, dice Randall Westgren, profesor de economía agrícola y aplicada de la Universidad de Missouri. Westgren predice que los agricultores combinarán sus inversiones para formar negocios dirigidos al consumidor en los que se necesite mucho capital.
Los agricultores como la familia Walter y su whiskey aún son poco comunes. El procesamiento de granos en la granja requiere una inversión significativa y para muchos cultivadores el sistema actual de vender cultivos a los elevadores de granos, los cuales proveen a los fabricantes de alimentos, ganaderos y exportadores, sigue siendo una forma eficiente de vender sus granos.
Sin embargo, cada vez más de ellos se están pasando a semillas que no han sido modificadas genéticamente, las cuales pueden ser más baratas y atractivas para los consumidores dispuestos a pagar una prima por productos no transgénicos.
Otros están expandiéndose al negocio ganadero, instalando granjas de cerdos o pollos para un productor de mayor tamaño a cambio de un ingreso estable.
Tom Hunton agregó un molino de piedra a su granja en Oregón en 2011, luego de que la recesión socavó los precios de los cultivos especializados que produce, incluyendo semillas de pasto para jardines y campos de golf. Su molino, Camas Country Mill, transforma el trigo de su granja de 1.214 hectáreas en harina para panaderías y restaurantes en Portland y Seattle.
La cadena de comida rápida Chipotle Mexican Grill Inc. es uno de sus clientes, así como escuelas y restaurantes en lugares tan lejanos como Nueva York. Los ingresos de Hunton procedentes del trigo blanco suave que procesa en su molino suman 8 dólares por bushel, frente a 4.60 por bushel por el grano que recientemente envió a Portland para exportar a países como Japón y Corea del Sur.
“¿Es tan simple como cargar un vagón y recibir un cheque? No”, dice. “Pero hay verdaderas recompensas para el momento en que la transformamos en harina y la vendemos”. Los ingresos del molino rondaron el millón de dólares el año pasado y anualmente éste aporta 40 por ciento de los ingresos de Hunton, señala.
Entre tanto, Whiskey Acres ha ganado medallas de oro, plata y bronce en competencias internacionales.
Jamie Walter espera que Whiskey Acres genere sus primeras ganancias el próximo año, cuando más de su bourbon añejado en barriles esté listo para la venta.
Al mismo tiempo, experimenta con varietales y el proceso de destilación.
Uno de sus hallazgos es que, al igual que con el alimento para cerdos, el whiskey es mejor si se hace con granos frescos.
“Los cerdos y los humanos tienen un paladar más parecido de lo que uno cree”, asev