WASHINGTON – El énfasis en China es comprensible: el déficit comercial de Estados Unidos con China (347.000 millones de dólares el año pasado) es cinco veces mayor que ningún otro.
El déficit comercial de Estados Unidos con México (63.200 millones de dólares), sin embargo, es mejor que los de Japón (68.900 millones) y Alemania (64.900 millones de dólares).
Aun así, cuando se trata de la retórica de Trump, “el volumen con México es tres veces más alto”, señaló Gary Hufbaer, miembro veterano del Peterson Institute for International Economics.
Otro indicio de la diferencia en las relaciones: el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, está en un viaje cordial a Estados Unidos y Trump lo recibió con un cálido abrazo en la Casa Blanca. Por el contrario, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, canceló el mes pasado con acritud una reunión prevista con el nuevo presidente de Estados Unidos.
¿Por qué carga México con el grueso de la ira de Trump, mientras que Alemania y Japón suelen librarse?
LA POLÍTICA DE LA INMIGRACIÓN
Las tensiones comerciales con México se combinan con facilidad con el malestar del gobierno por la inmigración irregular desde México, un tema clave entre las bases de Trump. Muchos votantes creen que los mexicanos están arrebatando empleos a los estadounidenses, debido tanto a la política comercial como a la inmigración ilegal.
Desde su punto de vista, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte —un acuerdo de Estados Unidos con México y Canadá— enfrenta a los trabajadores estadounidenses con la mano de obra barata en México. Además, algunos trabajadores han cruzado la frontera desde México de manera irregular y encontrado empleos en Estados Unidos con salarios bajos.
Trump ha prometido renegociar o retirarse del TLCAN y amenaza con gravar las importaciones desde México. También ha prometido construir un muro fronterizo para mantener a los inmigrantes sin permiso de residencia fuera de Estados Unidos.
HECHO EN ESTADOS UNIDOS
Hace tres décadas, Japón descubrió cómo calmar el descontento estadounidense por las crecientes importaciones japoneses: trasladar fábricas a Estados Unidos y contratar a estadounidenses.
De modo que ahora Honda fabrica modelos Accord y Acura en Ohio, Toyota fabrica el Camry en Kentucky y Nissan produce vehículos como el Pathfinder en Tennessee. También los alemanes crearon fábricas en Estados Unidos. Volkswagen fabrica modelos Passat en Tennessee, BMW tiene una planta de autos sedan en Carolina del Sur y Siemens construye turbinas en Carolina del Norte.
En total, Japón había invertido 373.000 millones de dólares en Estados Unidos para 2014, Alemania 224.000 millones de dólares y México solo 18.000 millones de dólares, según la Organización para la Inversión Internacional, un grupo comercial que representa a empresas extranjeras en Estados Unidos.
La inversión y contratación en Estados Unidos protege a Japón y Alemania de las críticas.
“En cuanto empieces a quejarte de Honda, Toyota o Nissan, tendrás a un gobernador alzándose y diciendo ‘Eh, estas son grandes empresas”’, dijo Hufbauer.
OFENSIVA DE ENCANTO
Japón en particular parece decidido a llevarse bien con Trump. La ofensiva de seducción comenzó menos de un mes después de las elecciones, cuando el magnate japonés de la tecnología Masayoshi Son prometió invertir 50.000 millones de dólares y crear 50.000 empleos en Estados Unidos.
La página de Facebook del gobierno japonés ha estado publicando artículos sobre japoneses que han contribuido a la vida en Estados Unidos: el diseñador del interior de los vagones de metro de Nueva York, el cardiólogo pediátrico que atiende a bebés con problemas de corazón en Miami, un oncólogo que emplea un nuevo tratamiento contra el cáncer en Houston.
Los japoneses también han empleado la diplomacia de golf con Trump, un amante de ese deporte. Abe regaló al presidente un driver Honma de 4.500 dólares cuando se reunieron el pasado noviembre en Nueva York. En una rueda de prensa el viernes, Abe elogió al magnate diciendo que era mejor golfista.
Japón y Alemania no se libran por completo. Trump descolocó a Japón al sacar a Estados Unidos de un tratado comercial de 12 países llamado el Acuerdo Transpacífico. Y ha acusado a Tokio de manipular su moneda para ganar una ventaja de precio para sus exportadores.
Peter Navarro, director de comercio y política industrial en la Casa Blanca, se quejó el mes pasado al diario Financial Times de que Alemania estaba explotando un euro que cotizaba por debajo de su valor para impulsar sus exportaciones.