viernes, abril 26, 2024
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Se duplica arsénico en el agua

Todos presentan la misma problemática en mayor o menor grado y tiende a agudizarse”, asegura el investigador Marcos Adrián Ortega Guerrero, responsable del Laboratorio Móvil de Rastreo de Contaminantes en el Subsuelo del CGeo, quien ha monitoreado la cuenca señalada desde 1998.

En entrevista Ortega Guerrero detalla que las concentraciones de fluoruro y arsénico encontradas hasta 2001 en más de 250 pozos de esa cuenca cubrían una zona de 500 kilómetros cuadrados y presentaban concentraciones de hasta 10 veces por encima de los límites tolerables para el consumo humano, determinados por la Norma 127 de la Secretaría de Salud en 1.5 miligramos por litro (m/l).

“Actualmente tomamos muestras adicionales, y el área se incrementa a 800 kilómetros cuadrados, las concentraciones se duplican en algunos sitios, y en cuanto al arsénico, que es cancerígeno, sobrepasa la norma 20 o 30 veces”, sostiene el doctor en Ciencias por la Universidad de Waterloo y maestro de geohidrología de contaminantes en los posgrados de Ciencias de la Tierra de la UNAM.

Dicho de otro modo, en la Cuenca Lerma-Chapala, que va del Estado de México a Jalisco a través de más de 7 mil kilómetros cuadrados, atravesando el Bajío, hay un espectro del tamaño de la zona metropolitana de Guadalajara que está ahogado en sustancias nocivas para el ser humano. Un miasma expansivo que no sólo destroza la dentadura y el esqueleto de las personas -fluorosis-, causa además daño neuronal irreversible, altera el ADN, complica los partos y es factor cancerígeno.

“El arsénico está generando problemas de cáncer en la población. El fluoruro, en este proceso de 15 años, ha pasado de ser un problema de fluorosis dental y daño esquelético (…) a ser asociado con daño a los neurotransmisores; es decir, daña la comunicación entre neuronas, reduce el coeficiente intelectual entre 40 % y 50 %, los niños dejan de aprender de manera irreversible”, asegura el doctor Ortega Guerrero, quien también ha sido asesor en el Senado de la República en materia de agua subterránea.

Es el agua subterránea que llega a decenas de miles de grifos y depósitos de hogares y negocios de la región a través de las redes hidráulicas de agua potable.

‘CUENCA DE LA INDEPENDENCIA’

El CGeo-Juriquilla ha documentado cómo el arsénico y el fluoruro en grandes volúmenes provienen de las aguas más profundas debido a la sobreexplotación. La edad del agua en el vasto sector estudiado por los académicos dentro de la cuenca Lerma-Chapala fue estimada en un rango de entre 10 y 35 mil años, después de ser examinadas en México y Canadá. Esto indicaría que el agua más joven ha sido ya consumida.

La zona donde se halla la mancha en expansión de pozos contaminados se ubica en lo que Conagua clasifica como los acuíferos del río La Laja y Laguna Seca, y que tanto los académicos como la población de esa región han denominado “cuenca de la Independencia”.

Esta denominación le fue asignada porque la población afectada por el consumo de agua de estos acuíferos se hallaba inicialmente en ocho municipios de Guanajuato, emblemáticos para el movimiento armado al que alude su nombre: Dolores Hidalgo, San Miguel de Allende, San José Iturbide, Doctor Mora, San Luis de la Paz y San Diego de la Unión. Ahora se han sumado Celaya e Irapuato, donde se han encontrado evidencias de arsénico y fluoruro recientemente.

Pero el nombre tiene también el propósito de reiterar que se trata de un solo acuífero y no de los dos que clasifica Conagua, como lo ratifica CGeo-Juriquilla. Según una reseña de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales sobre esa región, el propósito de dividir el acuífero es facilitar la autorización de más perforaciones.

“El agua con arsénico, fluoruro, aluminio y otros elementos proviene de flujos profundos que están ascendiendo al acuífero superior desde rocas fracturadas de origen volcánico, es agua termal que asciende por densidad”, explica el doctor Marcos Adrián Ortega.

Detalla que la extracción irracional de la cuenca creó depresiones profundas, pues en la década de los 50 del siglo pasado se hallaba a nivel de suelo, y cuando mucho a cinco o 10 metros de profundidad, mientras que hoy se encuentra después de los 150 y hasta 250 metros, pero aún así siguen perforando pozos.

Según el investigador, en las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo XX se establecieron decretos de veda en la zona para establecer un tope de 700 a mil pozos, pero a finales de los 90 había 2 mil 500 y hoy existen más de 3 mil.

Cree que la sobreexplotación se debe a dos factores principales que atañen a las autoridades hidráulicas: la premisa equivocada de que el agua se recarga cada año con el escurrimiento, aunque “en realidad el agua se mueve a velocidad de un metro por año”, y la corrupción que ha permitido la expedición de permisos extralegales de perforación. El mayor número de concesiones, señala, lo tiene la agroindustria de exportación asentada en la región.

Pero, ¿hay elementos o estudios académicos que permitan presumir que hay otras regiones del país con una situación semejante? Ortega Guerrero dice que sí, debido a la reunión de dos factores: las condiciones geológicas y la sobreexplotación, por lo que “presentan la misma problemática, en mayor o menor grado, Querétaro, San Luis Potosí, Aguascalientes, Zacatecas, Durango y Sinaloa, y tiende a agudizarse”.

SATURACIÓN DE SAL

 

Ya al inicio de esta década, Conagua fue evaluada por la Auditoría Superior de la Federación (ASF) en materia de calidad del agua, con dictamen “negativo” tanto en aguas subterráneas como superficiales. Las primeras presentaban saturación de sal, y 61 % de las segundas contenía materia fecal y otros contaminantes.

Cabe aclarar que “de las aguas subterráneas proviene 75 % del abastecimiento a las ciudades de México”. De acuerdo con estimaciones de 2011 de la autoridad hídrica federal, el uso de esta agua proveniente de los acuíferos se dividía entonces en agrícola (71 %), público-urbano (20 %), industrial (6%) y para uso doméstico y de abrevadero (3 %).

La Auditoría de Desempeño 10-0-16B00-07-00- 87DE-092 , practicada en 2011 por parte de la ASF a Conagua, encontró 16 acuíferos, en siete estados, con agua salobre y salina por encima de los límites tolerables para el consumo humano, esto es, más de 2 mil miligramos por litro. Este tipo de contaminación impacta en enfermedades coronarias y otros padecimientos relacionados con el exceso de sodio, como hipertensión y osteoporosis. Además propicia problemas digestivos y circulatorios.

Se trata de los acuíferos Oriente Aguanaval- Nazas y Villa de Juárez (Durango), Cedros (Zacatecas), Cedral-Metehuala y Matehuala Huizache (San Luis Potosí), Vicente Guerrero, Santo Domingo, La Paz, Los Planes y San Rafael (Baja California), Costa de Hermosillo, Caborca, Valle de Guaymas y Sonoyta-Puerto Peñasco (Sonora); Cuautitlán-Pachuca (Edomex-Hidalgo).

 

 

Posibles filtraciones

Los expertos consideran que es eventual la posibilidad de filtración de las aguas superficiales -plagadas de contaminación bacteriana como la materia fecal, además de pesticida- hacia las aguas subterráneas que llevan el agua potable a hogares y negocios. Pero no es descartable, y de hecho hay registro de casos.

“Por ejemplo, la presa de San Miguel, en San Miguel de Allende, recibe todas las descargas de los municipios que están aguas arriba, y todas ellas llegan a la presa, de modo que la presa está contaminada con coliformes fecales, y debido la explotación tan amplia que hay del acuífero, filtra esa agua y regresa al acuífero, y los pozos cercanos aparecen contaminados con materia orgánica o bacteriana, y muchos han tenido que cerrar”, dice Ortega.

Aclara que, con todo, las filtraciones son mucho más comunes en el sureste del país, y que esto representa un problema grave.

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