Emigra la industria maquiladora

Durante la última década, la industria maquiladora en México mostró sus signos de debilidad y vulnerabilidad ante cambios estructurales y de coyuntura, al evidenciar una cada vez mayor dependencia de subsidios gubernamentales, bajos salarios, reducción de impuestos arancelarios, entre otros, en los cuales finca su competitividad internacional, afirmaron en la Universidad Autónoma del Estado de México, los especialistas Gerónimo Barrios, Francisco Pérez y Marcos Toscano.
Los colaboradores del libro “Estudios económicos y calidad de vida en México”, editado por la UAEM sostuvieron que en 1980, 89 por ciento de la industria maquiladora de exportación en México se localizaba en los municipios de la frontera norte del país.
“Sin embargo, a partir de la década de los noventa hubo un cambio en el patrón de localización de manera lenta y gradual, en el que un número cada vez mayor decidió ubicarse fuera de la franja fronteriza de México y Estados Unidos”.
Destacaron que para 2006, casi dos de cada 10 plantas no se ubicaban en la región que hasta los años ochenta había sido la que aseguraba los menores costos de transporte, por su cercanía con el mercado estadounidense.
Señalaron que de un total de dos mil 783 establecimientos localizados en México, sólo 19 por ciento se encontraba en el interior del país, lo que reflejaba la falta de políticas de desarrollo tendientes al fomento y dispersión de esta industria, así como falta de voluntad para generar enlaces con el resto de la industria nacional.
Puntualizaron que la importancia que tiene esta industria en la economía nacional se aprecia en la generación de empleos y atracción de divisas, que sin embargo, no han sido suficientes para dinamizarla.
Aunque mientras que en 1990, el sector manufacturero contribuyó con 11 por ciento del Producto Interno Bruto, para 1996 esta cifra aumentó en tres unidades, ya que pasó de 11 a 14, y para 2006 representó 18 por ciento.
De igual manera, se apreció una evolución favorable de sus exportaciones, que para la década de los ochenta representaron 13 por ciento del total y para 2006 alcanzaron 53 por ciento, lo que significó un aumento de 40 por ciento en tan sólo dos décadas, concluyeron Gerónimo Barrios, Francisco Pérez y Marcos Toscano.