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El comercio exterior de la Argentina no es competitivo como antes

El intercambio comercial de la Argentina en el primer semestre del año tuvo un saldo positivo de 7.336 millones de dólares, el 26% más que los 5.805 millones de igual período del 2011, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Si la situación se mantuviera, el gobierno obtendría las divisas para cumplir con sus obligaciones de la deuda y pagar las importaciones de combustibles, más allá de que si fuera otro el panorama buscaría recursos, por ejemplo, de limitaciones a las regalías al exterior y del ya probado “cepo” cambiario.

En el cuestionadísimo Indec observaron, entre enero y junio del 2012, que:

• Las exportaciones aportaron 39.647 millones, por mayores salidas de cereales, petróleo crudo, productos químicos y conexos, lácteos y preparados de legumbres, hortalizas y frutas.

• Las importaciones restringidas por Guillermo Moreno, secretario de Comercio Interior, demandaron desembolsos por 32.311 millones, principalmente por influencias del gas natural y licuado, automóviles, circuitos impresos con componentes eléctricos y partes para aparatos de telefonía o telecomunicaciones.

“El superávit de este año no debería ser menor de 10.000 millones y como la Argentina no fabrica dólares, o los conseguimos exportando más o cuidando las importaciones”, planteó Beatriz Paglieri, secretaria de Comercio Exterior y exinterventora en el Indec, en la tercera convención de la División Motovehículos de la Asociación Concesionarios de Automotores de la República Argentina (Acara), el 16 del actual. Destacó, también, que la actividad comercial local tiene cuatro destinos fundamentales: Brasil, Estados Unidos, China y la Unión Europea, países con los que “estamos en déficit”, cuando “sólo hemos pasado un mes y medio de crisis y los peores meses están por venir”.

Aunque el gobierno nacional pretende ese superávit de 10.000 millones de dólares y el objetivo parecería factible por los 7.336 millones del primer semestre, el contexto internacional sería más complejo en este segundo. Por eso les insiste a los empresarios que trabajen para equilibrar la balanza comercial y hasta que las casas matrices de los extranjeros aporten capitales para compensar las compras en el exterior o que inviertan para sustituirlas.

Ese saldo favorable no dependería únicamente del tipo de cambio nominal favorable, sino también de reglas de juego claras; previsibilidad para las inversiones, incluso apoyos estatales para las destinadas a las infraestructuras energética, de transporte y logística; disponibilidad de financiamiento a tasas y plazos lógicos; adecuada política tributaria y hasta mejoras en la educación y en las actividades de investigación y desarrollo.

Las exportaciones muestran cierta diversificación de destinos, lo cual implica mayor autonomía. A esto se suma que China sostiene, con alternativas, los precios en los mercados. Las interpretaciones de algunos economistas colocarían a la Argentina en una mejor posición si se agravara la crisis internacional.

Parecerían existir escasas probabilidades de frenar las importaciones para mantener una balanza comercial positiva, ya que se necesitan bienes de consumo (algunos irreemplazables) y automotores. Otras no podrían paralizarse sin afectar el crecimiento, por ser imprescindibles para la producción (como las de bienes de capital, insumos, gasoil, gas natural licuado, fuel oil y lubricantes).

Con todo, las ventajas comparativas de la Argentina en los últimos 10 años coincidieron con lo que el mundo demandó y por eso obtuvo saldos comerciales positivos y las divisas para las inversiones y las importaciones. Sin embargo, semejante situación no fue aprovechada para mejorar el perfil productivo e integrar cadenas de valor competitivas y diversificar la producción hacia bienes con mayor valor agregado.

En la Asociación de Importadores y Exportadores de la República Argentina (Aiera) insistieron en que el mantenimiento del citado superávit es “vital” para el país, “porque es la fuente principal de aprovisionamiento de divisas que la economía necesita para enfrentar sus necesidades externas, como los pagos de deuda y los aprovisionamientos de bienes, materiales y servicios que no se poseen y son imprescindibles para el funcionamiento. Como el gobierno nacional de turno apostó al mantenimiento de un modelo productivo, debió –debe– lograr divisas mediante el intercambio de mercancías y servicios y no por el ingreso de capitales, como sucedió anteriormente. La principal amenaza de un modelo financiero en los momentos de alta incertidumbre –subrayaron en Aiera– es que si estallara una crisis mundial, los capitales se retirarían masivamente, provocando la depreciación violenta del peso. Si bien la Argentina obtiene genuinamente del comercio de bienes las divisas que utiliza en su ciclo económico, aun esforzándose por promover la sustitución de importaciones y de aumentar las exportaciones de bienes industriales, el conjunto del comercio todavía seguiría dependiendo de las ventas al exterior de bienes de bajo valor agregado y de las importaciones de bienes fabriles”.

Marcelo Elizondo, director de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI) y de la Escuela Internacional de Negocios (EIN)) y exdirector ejecutivo de la Fundación ExportAr, planteó un par de meses atrás que “el comercio exterior en la Argentina no está bien, no es tan competitiva como lo fue antes”, por las reducciones de varias actividades y de las tendencias del crecimiento; las restricciones al comercio y la falta de incentivos para exportar más. No dejó de observar que “muchos países en la región, como Brasil, Chile, Perú y Colombia, están teniendo dinamismo económico y generan oportunidades, inclusive de inversiones extranjeras, por lo que hay que desarrollar atributos para competir”. Entre ellos, mencionó “la generación de reputación; el marketing estratégico adecuado y los conocimientos incorporados a los factores de producción, que llevan a desarrollar nuevos procesos”.

Elizondo destacó que “el año pasado, la Argentina importó 74.000 millones de dólares, de los cuales el 20% fue bienes de capital, máquinas y aparatos para la producción; el 25%, insumos, que son bienes intermedios utilizados para terminar productos; otro 20%, piezas y partes para ensamblar y reparar, y más del 10%, energía”. Así llegó a la conclusión de que “más del 75% de las importaciones se usan para los procesos productivos en el país”, por lo que limitarlas “está afectando el nivel de actividad”.

Enrique S. Mantilla, presidente de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA), señaló “algunos hechos cargados de futuro que moldearán la economía mundial”:

• La reconfiguración del sistema monetario internacional. Influye en los términos y las condiciones del desarrollo de la economía real, que es donde actúan las empresas exportadoras. Por la crisis y la necesidad de una reforma con importantes recalibraciones, surgirán nuevos modelos de negocios, en conjunto con el rebalanceo de los diferentes tamaños de los productos brutos internos de los países; las relocalizaciones de las inversiones y los problemas de las deudas soberanas. Aumentar la productividad del capital y asignarlo mediante un mercado eficiente, constituirá una nueva oportunidad de crecimiento sustentable. Políticas que promuevan la estabilidad de precios crearían un círculo virtuoso para lograr la inclusión social con empleos productivos y este mismo círculo fortalecería las exportaciones.

• La revolución del “shale gas”. La producción de este gas no convencional es una de las fuerzas más potentes que influirán en el cambio de la economía mundial. Son más de 6.000 trillones de pies cúbicos (cada uno de los cuales equivale a 28,32 decímetros cúbicos o litros) que rompen las ventajas del gas convencional de Rusia, Qatar e Irán y dan “increíbles oportunidades” a países como la Argentina, México, los Estados Unidos, Australia y Canadá, entre otros. La Argentina tiene las segundas reservas mundiales, detrás de China, y según el plan “Más energía”, de Neuquén, sólo con el yacimiento de Vaca Muerta, si se suman tecnologías, regulaciones apropiadas y 25.000 millones de dólares de inversiones en seis años, se sustituirían importaciones de gas por 2.000 millones anuales, o sea el 40% de las estimadas para este año.

• El cambio de los espacios comerciales mundiales. Hay una coevolución con dos actores principales: los Estados Unidos y China. El “Acuerdo de Asociación Trans-Pacífico” es liderado por los Estados Unidos, con socios a ambos lados del Pacífico, y busca satisfacer las demandas y desafíos del siglo veintiuno. El “Acuerdo de Libre Comercio Pan-asiático o del Asia Pacífico”, sobre la base de pactos en la Asean (11 países del sudeste de la región), las negociaciones entre China, Japón y Corea del Sur y propuestas anteriores, muestra espacios de inversión y de comercio que se están configurando. A 21 años del Tratado de Asunción y la propuesta de unión aduanera y mercado común, en los hechos el Mercosur fue reemplazado por bilateralidades y segmentos administrados dentro de una zona de libre comercio. Brasil se convirtió, por su parte, en la sexta economía mundial, tiene alianzas globales con los demás integrantes del BRIC (Rusia, India y China) y a China, en particular, destina el 17% de sus exportaciones y al Mercosur sólo el 10%.

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