El Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México consiguió un importante triunfo en las elecciones celebradas el domingo en Coahuila, Nayarit y el Estado de México, que lo hace mirar con optimismo a los comicios presidenciales que tendrán lugar en el país en 2012.
La aplastante victoria conseguida por el PRI, particularmente en México, supone para muchos un espaldarazo a tener en cuenta para el virtual candidato de esa formación a la presidencia del país, el gobernador saliente del Estado, Enrique Peña Nieto, muy bien valorado por las encuestas para desplazar de la residencia de Los Pinos al actual mandatario, Felipe Calderón Hinojosa.
El sucesor de Peña, Eruviel Ávila, alcanzó un aplastante 64 por ciento de los votos que le dieron más de 40 puntos de ventaja sobre su rival del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), Alejandro Encinas (23 por ciento), y más de 50 del representante del oficialista Partido de Acción Nacional (PAN), Luis Felipe Bravo Mena.
Para muchos, este resultado, más allá de las irregularidades de las que hablan el PRD y el PAN, avala la gestión del candidato priísta al frente del Estado de México.
Si a ello se suman las victorias del PRI en Nayarit, por el que se presentó Roberto Sandoval, y Coahuila, que será gobernado en lo adelante por Rubén Moreira, las elecciones tienen un clarísimo ganador y dos perdedores rotundos.
El priísmo, hegemónico en México hasta las elecciones de 2000, sale de la contienda con un candidato a presidente de la República muy reforzado; no así Andrés Manuel López Obrador, en campaña desde 2006, cuando no reconoció el triunfo de Felipe Calderón y se autoproclamó “presidente legítimo”.
Desde entonces, recuerda El País, López Obrador recorre el país en una especie de peregrinación para mantener viva la llama de su candidatura. Sin embargo, los resultados de ayer no le favorecen. No solo por ser quien designó a Alejandro Encinas, que ya fue candidato en 1993 y perdió, sino porque torpedeó cualquier posibilidad de acuerdo con el PAN para intentar frenar el avance del PRI.
En la lista de los perdedores ha incluido también la opinión pública mexicana al actual mandatario, por ser también quien designó a Bravo Mena, su secretario particular durante los últimos años en la residencia oficial, como candidato de su partido para conquistar el gobierno estatal, puesto por el que ya había competido en las elecciones de 1993.
El PAN no solo tiene que bregar con la situación de violencia extrema que vive el país, sino designar a un candidato con alguna posibilidad de frenar el avance del PRI y la izquierda del PRD no lo tiene mejor, según El País.
A su división endémica hay que añadir la obsesión casi religiosa de López Obrador por optar de nuevo a la presidencia. Sus aspiraciones chocan frontalmente con las del actual jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, candidato de la izquierda moderada.