Las exportaciones chinas cayeron un 1.8 por ciento en 2015 y el valor de las importaciones disminuyó el año pasado un 13.2 por ciento arrastrado por la caída de los precios de las materias primas.
Así, según informó ayer la Administración General de Aduanas del mayor exportador del mundo, el volumen total de comercio de China con otros países se redujo un 7% el año pasado en comparación con el anterior, en un escenario que no se producía desde el declive de la demanda mundial allá por el año 2008.
Pero a pesar de los desalentadores datos de 2015, en el mes de diciembre las exportaciones de la segunda economía mundial registraron un inesperado incremento interanual del 2.3%, su primera subida desde el pasado mes de junio y tras la caída del 3.7% en noviembre. Y las importaciones disminuyeron un 4%, después de caer un 5.6% en noviembre y acumular 14 meses consecutivos a la baja.
Así, contra todo pronóstico las exportaciones chinas remontaron en diciembre tras cinco meses consecutivos de caídas, un avance que ha sido recibido con cierto optimismo por algunos analistas. Entre otros, el hecho de que el repunte de las ventas exteriores coincida con la fuerte depreciación del yuan ha despertado temores ante la búsqueda de más devaluaciones competitivas por parte de Pekín, que podría desatar así una guerra de divisas.
Sin embargo, como explica el economista socio de China Capital y profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) Javier Santacruz, el gigante asiático está inmerso en un proceso de cambio de modelo económico, de uno basado en la inversión y las exportaciones a otro mucho más dependiente del consumo interno, y la devaluación del yuan no tiene como objetivo único mejorar la competitividad exterior.
“Más allá, el mecanismo pretende compensar a los grandes perdedores del cambio de modelo”, asegura Santacruz. Entre estos estarían sectores de gran peso en el grueso de ventas exteriores chinas, como son los equipos de telecomunicaciones e informática, el sector industrial, la maquinaria, el sector minero o los productos siderúrgicos. En efecto, la nación envió 112.4 millones de toneladas de acero al extranjero en 2015, “una cantidad lo suficientemente grande como para alimentar la demanda de Alemania y Japón durante un año, y dejar casi 9 millones de toneladas de sobra”, según Bloomberg.
En este sentido, el economista señala que estos sectores se han visto compensados y “una nueva etapa en el proceso de depreciación del yuan depende más de la evolución del mercado que de una decisión bilateral del banco central chino”. Al tiempo, Santacruz augura que, tras la leve estabilización de la moneda estos dos días atrás, aún tiene por delante un objetivo de devaluación adicional que rondaría el 7 u 8%.
De su lado, preguntado por si la depreciación de la moneda china podría repercutir en un aumento de las ventas al exterior durante este año, el portavoz del organismo de Aduanas del país asiático, Huang Songping, aseguró que “debería impulsarlas hasta cierto punto”, pero añadió que “sus efectos se volverán más y más débiles porque hay muchos otros factores en juego”.
La caída de las importaciones
Con todo, y pese a la caída del 7% en los intercambios comerciales en el conjunto del ejercicio, el pasado año China alcanzó un superávit comercial de 519,000 millones de euros, anotando un aumento del 56.7% respecto a 2014, lo cual indica que la segunda economía mundial “todavía sigue reflejando crecimiento en el PIB por su actividad exterior”, según apunta el profesor del IEB, Miguel Ángel Bernal.
No obstante, los analistas explican que este incremento del superávit comercial chino no se debe a un aumento de las ventas, sino al hecho de que el valor de las importaciones disminuyó en mayor proporción que el de las exportaciones por la caída de los precios de las materias primas. Un razonamiento del que el portavoz del organismo de Aduanas del país asiático, Huang Songping, hizo uso para justificar el descenso de su comercio exterior, lastrado también por la debilidad de la demanda mundial.
