BUENOS AIRES (Juan Leguizamón) – Tradicionalmente, desde los albores de la patria, la región central, la famosa “Pampa húmeda” ha sido esa piedra angular sobre la que reposaba la economía argentina. Sobre todo desde aquella “División internacional del trabajo” que a fines del siglo XIX determinó que el carácter de la Argentina en el concierto de naciones del mundo sería un modelo agroganadero y exportador. De esa manera el tendido de redes ferroviarias configuró aquel abanico que partía desde todos los puntos de producción del país y confluía en el Puerto de Buenos Aires.
Esa situación privilegió los intereses porteños y determinó las políticas económicas centralistas con grandes privilegios para los empresarios de ese sector, que durante gran parte del siglo XX tuvieron una influencia determinante en presencia y dictado de políticas en el Ministerio de Economía de la Nación.
El escenario mundial ha cambiado y con ello la relación de fuerzas en la Argentina, a lo cual hay que sumar la desaparición de un liderazgo político que centralice también el manejo de los factores económicos como ha venido ocurriendo hasta ahora.
El fiel que marca los tiempos de la historia ha vuelto a girar hacia el norte del país, donde aún viven pueblos de antigua data, históricas ciudades y que fuera el escenario excluyente de las luchas por la Independencia, de hecho, los episodios determinantes del destino de esta nación se dieron en aquellas tierras, además de poseer un patrimonio natural y cultural prácticamente único.
Pero además, el NOA cuyo punto central es la Provincia de Salta, constituye también el epicentro de uno de los mercados más importantes, cuya salida hacia el Pacífico la constituye en un factor de preponderancia en la nueva etapa comercial que ha comenzado y tiene como protagonista a la China y la India con indicadores de alto consumo.
En ese punto juega la posición geoestratégica en que se encuentra enclavada la Región, de donde la primera solución sería la baja en los costos de la logística de transporte para exportar, muy costosa hoy para el productor que debe llevar sus productos hasta los puertos de Rosario o Buenos Aires.
En segundo lugar, este tráfico impactaría en un ingreso de divisas a las provincias generando mayor consumo y producción de riqueza. Por supuesto, será además necesario de que la atención no sólo se ponga en la producción de commodities, sino que además se busque dotar de valor agregado a la producción local, lo cual representa una mejora cualitativa de los procesos y un mejoramiento de los servicios, única manera de alcanzar un nivel de competitividad que esté acorde a la dimensión del nuevo desafío.
Esto implicaría además tomar medidas económicas como la implementación de créditos y líneas de financiamiento para las empresas locales a fin de que puedan mejorar la producción, fortaleciendo a la vez la producción y los servicios. Por último, y en acuerdo a lo que ya tienen implementados los puertos del Pacífico sería necesario radicar empresas mediante la creación de parques industriales que gocen de beneficios fiscales e impositivos.
Todo esto representa en los hechos el quiebre de un modelo que gobernó la Argentina por más de un siglo, que desplaza el eje de las discusiones políticas desactivando el centralismo atávico. Sin embargo, este movimiento de cambio no estará completo en tanto no se consolide un liderazgo político para la Región, pues de otra manera, se correría el riesgo de contar con las posibilidades y carecer de las decisiones. Se habría postergado una vez el desarrollo económico y se habría perdido la oportunidad más clara de instaurar un verdadero sistema de gobierno federal.
