Manzanillo dentro de un ambicioso programa

Cruzaban los principales puentes y se pensaba traer toda la inversión y lo que implica un puerto fronterizo de la magnitud de Nuevo Laredo o Matamoros, sin olvidar a Reynosa y los demás.
 
La cruz la platicaba Fortunato Martínez Farías, cuya principal virtud era que uno nunca buscaba información sensacionalista: solo había que prender la grabadora y saludarle: él se encargaba de todo.
 
Este jueves estuvo el secretario de Obras Públicas del gobierno del estado  Manuel Rodríguez Morales en la sala de prensa, conviviendo con los reporteros y haciendo una amplia explicación de lo que tiene en su haber como funciones la flamante nueva secretaría.
 
El hombre tiene mucha experiencia. Le conocimos como delegado de SCT y luego estuvo en el D. F. como funcionario federal en el ramo para ser “recuperado” por el gobernador Egidio Torre Cantú para que pusiera su talento al servicio de los tamaulipecos.
 
Han intervenido positivamente en el Plan Estatal de Desarrollo, a manera de dar la magnitud que tienen los caminos.
 
Habla de 13 ejes carreteros nacionales y 4 ejes estatales. Los primeros comunican a México con Nuevo Laredo, Manzanillo y Tampico, Veracruz, Monterrey, Mazatlán y Matamoros, entre otros sitios donde, seguramente si hay inversión, saldrán beneficiados por la derrama económica.
 
Pero no puede haber progreso si no llega éste, y en una nación tercermundista llega por tierra, lo que quiere decir que las carreteras son prioridad de prioridades, porque de ellas se surte el progreso, la sociedad y hay liquidez en todos los ámbitos.
 
Contamos, según explicó el funcionario, con 2 mil 138 kilómetros de red carretera federal, de esa que construye el gobierno de la República y permite conectarse también con los 2 mil 584 kilómetros que el estado ha desarrollado y tiene que mantener en buen estado.
 
Aunado a ello, hay 8 mil 720 kilómetros de caminos rurales, en los que se cuentan las brechas que tiene Pemex, los cañeros y otras instancias oficiales. Como vemos, en la entidad hay un buen número de kilómetros que hay que atender, y no es el caso construir una nueva carretera: es como el deporte, que no importa tanto llegar sino mantenerse.
 
El estado de las rúas debe ser óptimo para su circulación, porque de otra manera no servirán para nada.
 
Se habla de la necesidad de modernizar mil 567.7 kilómetros de red carretera en Tamaulipas, y la verdad, se antoja difícil por el coste que implica: la conservación de caminos no se arregla con un cheque pequeño: se requieren grandes inversiones, y muchas de éstas las ha gestionado el gobernador Torre Cantú ante las autoridades federales.
 
Lo único malo es que cacarean el huevo como propio, pues.
 
El caso es que Rodríguez Morales ha hablado de la necesidad de modernizar, de rehabilitar y de construir. Hay un programa llamado “uniendo regiones” que tiene que ver con todo lo anterior. Es básico porque se invertirán en este primer año 181 millones de pesos para conservación de nuestras carreteras, de las que, se sabe, hay unos 980 kilómetros en malas condiciones y con urgencia de ser tomados en cuenta en este programa de “manita de gato” que tanto urge.
 
Hay que entender algunas cosas al respecto: el clima tan tremendo que padecemos en la entidad tiene mucho que ver con el estado de las carreteras, aunado a que haya una que otra obra que no cumpla con los requisitos con los que fue contratada, sin embargo, cambios drásticos ocasionan desgaste y deterioro en nuestros caminos.
 
Es ahí donde se requiere, desde nuestra óptica, un completo programa que tenga como finalidad el mantener los caminos. Hay líquidos que se depositan en las grietas producto del intenso calor y frío, es decir, cambios drásticos; éstos evitan que haya baches y otro tipo de desperfectos.
 
Claro que todo esto cuesta, y eso lo tiene mu y claro Manuel Rodríguez, quien está cierto que se tiene que permitir más inversión a esta actividad, porque finalmente, por ahí es por donde se mueve el recurso material, económico, humano y de toda índole.
 
Resulta altamente fundamental el ver este tipo de programas que a veces en las ciudades no entendemos porque no vemos beneficio latente, y más ahora que casi ya no salimos de la ciudad por miedo. El caso es que no sentimos un beneficio directo y pretendemos descalificar.
 
No se vale, en serio, porque las cosas se están haciendo con buena intención.
 
¿Fallos? Siempre habrá, pero lo importante es, por una parte, que no sean a propósito y en segundo caso, que se puedan subsanar.