El crecimiento y desarrollo del agro mexicano es de resaltar, a pesar de los impactos negativos de la pandemia del COVID-19; de que las condiciones de clima no fueron las más adecuadas, presentándose periodos de sequía prolongados en gran parte de la República Mexicana y también afectaciones en algunos cultivos por fenómenos meteorológicos como los huracanes “Grace” y “Norma”.
El crecimiento presentado en el 2021 fue impulsado principalmente por el sector pecuario, con la producción de cárnicos y sus derivados, así como por la producción hortofrutícola y agroindustrial cuando, en términos generales, la producción de granos y oleaginosas fue incipiente, tal como lo demuestra el crecimiento de las importaciones de este tipo de productos (maíz, soya, trigo, cebada y frijol), que presentaron volúmenes récord el año pasado.
Para este 2022, se avizora un año complicado
La pandemia aún continua con una nueva variante que hace mantener la incertidumbre y los posibles impactos en la salud y en la economía; el presupuesto de egresos aprobado para este año para el sector a través de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) es inercial y no va enfocado a elevar la productividad del campo mexicano, ya que sus programas y montos van dirigidos a transferencias directas de recursos a pequeños productores, que no reflejan un impacto en la mejora de su producción o en la eficiencia de sus procesos; el alza de costos de producción, como los energéticos, fletes, y fertilizantes, entre otros, serán un factor determinante en la rentabilidad de los cultivos y eso puede poner en riesgo la producción de algunos productos del campo.
Existen también algunas medidas que seguramente tendrán impactos en el desarrollo de este sector, como las prohibiciones a la importación del herbicida glifosato; a la importación de semilla de algodón genéticamente modificado y a las autorizaciones para la compra del exterior de nuevas moléculas en la industria de protección de cultivos.
Cambio climático está presente
Aunado a lo anterior, las predicciones climatológicas para el 2022 pronostican la persistencia del fenómeno de “La Niña”, en donde se contemplan condiciones de sequía que pueden afectar el desarrollo de los cultivos y la producción bajo temporal en algunas zonas de nuestro país; existen alguna amenazas en la parte fito-zoosanitaria, en donde se ha estado controlando la dispersión de la mosca del mediterráneo y se han estado tomando las medidas necesarias para que no ingrese a nuestro país la fiebre porcina africana que podría causar grandes estragos.
En términos generales, vemos un panorama de claroscuros para el tema del sector agroalimentario nacional para este año; por una parte, complicado el escenario para la producción de granos y oleaginosas, que compiten con costos más bajos y apoyos del Gobierno que reciben productores de otros países, principalmente de Estados Unidos, y que en nuestro país están limitados solo a pequeños productores, dejando a los productores comerciales a la deriva, compitiendo en condiciones muy desiguales.
Además, la inexistencia de programas de apoyos para la comercialización y la administración de riesgos, como son el Ingreso Objetivo, aunado al apoyo para la adquisición de coberturas, así como para el seguro agropecuario, hacen incierta la producción de estos cultivos.
Lo anterior, aunado a una importante alza en los costos de producción, hacen prever que la dependencia alimentaria seguirá incrementándose, al no contar con una política pública enfocada a elevar la productividad del campo y a lograr la sustitución de las importaciones, principalmente de productos básicos, como son los granos y las oleaginosas.
Demanda de alimentos no cesa
El panorama para el caso de la producción de frutas y hortalizas, así como de la producción de cárnicos y derivados del sector pecuario, y de la producción agroindustrial es más alentador. En estos productos, además de atender de manera importante la demanda nacional, su desarrollo se basa en el crecimiento de sus exportaciones.
En algunas de estas actividades, como las frutas y hortalizas, hay preocupación en los temas laboral y de estacionalidad, derivados de la negociación del T-MEC, que pudieran propiciar que Estados Unidos pudiese afectar o poner obstáculos a nuestras exportaciones agroalimentarias; no obstante, se ha estado trabajando de manera coordinada con el Gobierno y los sectores productivos, para evitar posibles impactos negativos.
Lo que es un hecho, es que la demanda de alimentos es y seguirá siendo creciente, ante lo cual es importante que podamos aprovechar el potencial productivo que tenemos a lo largo y ancho del país y hacerlo de manera sostenible, garantizando las necesidades actuales para la población, sin comprometer el futuro de las próximas generaciones; se ha demostrado que apostarle al campo y a la producción de alimentos es una buena inversión, pero se requiere de una política pública eficiente y efectiva que impulse su desarrollo.
Visibilizar las necesidades reales
Es fundamental que el sector agroalimentario mexicano y la producción de alimentos, sean considerados como una prioridad para el desarrollo de nuestro país; el asegurar la alimentación para nuestra población debe ser un principio básico para cualquier Nación; además de los beneficios en la generación de empleos, derrama económica, generación de divisas, y mayor crecimiento y bienestar para toda la población, se atendería verdaderamente la prioridad de reducir la dependencia alimentaria y la pobreza en las áreas rurales del país.
