domingo, abril 28, 2024
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Refuerzo al modelo económico, Acuerdo Transpacifico

Esta presión se agudiza en períodos recesivos, cuando la competencia se encona al reducirse los mercados; se fortalecen las políticas proteccionistas y los países buscan acceder a otros mercados, también protegidos, mediante acceso preferencial. Debido al creciente empobrecimiento de las sociedades (como ocurre en Estados Unidos), cae su capacidad de consumo y frena el crecimiento; aumenta el desempleo y se debilita más el mercado interno, quedando las exportaciones como motor económico.

Pero también esta salida se satura pues todos los países ricos tienden a llenar los mercados así abiertos, lo que impone, de nuevo, la necesidad de explorar y abrir otros nuevos. Para ello se firman tratados comerciales que eliminan aranceles y regulaciones a la circulación de mercancías, y se abren mercados más amplios, con más compradores, que permiten desfogar la desmesurada producción engendrada por el desarrollo tecnológico y la anarquía en la producción. A mayor escala productiva corresponde una necesaria expansión del mercado. Es en este contexto que debe entenderse el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica, TPP, como estrategia de los Estados Unidos y otros países cúpula para impulsar su crecimiento abriendo acceso preferencial a los mercados de los países de la región y enfrentando así la creciente competencia China en la región.

El TPP fue firmado a inicios de octubre por doce países, incluyendo México, y entrará en vigor en enero próximo, previa aprobación de los congresos respectivos. Los países integrantes son: Australia, Brunei, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, Nueva Zelandia, Perú, Singapur, Vietnam, Canadá y México.

Por lo que se ha filtrado a la prensa, es posible formarse una idea aproximada del mismo y de su impacto. Lo primero es que por ningún lado queda claro el beneficio real que México obtendrá, pues tiene ya tratados comerciales con la mayoría de los países firmantes; faltaban sólo: Australia, Brunei, Malasia, Nueva Zelandia, Singapur y Vietnam, a los que muy poco vendemos; por lo que al parecer más bien México ingresó para abrir más su mercado, forzado tal vez por la presión de Estados Unidos. Incluso hay quienes opinan que vamos a perder mercado en ese país por la competencia de los nuevos jugadores.

Nuestro problema no es la falta de tratados de libre comercio: tenemos doce en operación, con 45 países; somos el país con más tratados firmados y, a pesar de ello, con un crecimiento sumamente raquítico (este año alcanzará un magro 2.3 por ciento); el desempleo y el sector informal son elevadísimos; la pobreza aumenta en forma amenazante; la emigración no crece más porque bloquean el ingreso a Estados Unidos; el mercado interno sufre cada vez más. Esos tratados de libre comercio no han sido solución, no obstante que se han aplicado como medicina desde hace ya veinte años, y en fuertes dosis, pero el enfermo más que curarse parece prolongar su agonía. Como cuando aplicaban sanguijuelas para curar a los infelices pacientes.

Para adornar al TPP se dice que los países miembros representan el 40 por ciento del PIB mundial y un total de 800 millones de consumidores, pero ocurre que ya con los tratados existentes tenemos acceso a países que producen el 60 por ciento del PIB mundial y a un total de mil millones de consumidores, que además son casi los mismos, pues ya tenemos un TLCAN con Estados Unidos y Canadá y otro tratado con Japón, cuyos habitantes y PIB están incluidos en lo que ahora se nos ofrece como nuevo.

Canadá es ya el segundo destino de nuestras exportaciones. Los otros países pequeños poco aportan. Además, nuestro mercado exterior no está diversificado: exportamos más del 80 por ciento a los Estados Unidos, así que de poco sirve firmar más tratados. En la balanza comercial tenemos déficit con Nueva Zelandia, Singapur, Vietnam, Malasia y Japón (con este último el más elevado), y ahora se firma un tratado para eliminar progresivamente aranceles a sus exportaciones. Dicen también que el TPP servirá para atraer tecnología de punta, ¿pero qué no el TLCAN ya sirve, teóricamente, para eso? ¿O el tratado con Japón? También se afirma que beneficiará a las PYMES, ¿eliminando regulaciones y suprimiendo aranceles?

Sector particularmente amenazado es el agropecuario, especialmente en leche, arroz, café y carne. Nuestra dependencia alimentaria es ya peligrosa: importamos el 43 por ciento de los alimentos que se consumen, situación que se verá agravada por la entrada de Nueva Zelandia y Australia en la competencia, sin aranceles, que arruinará a muchos pequeños productores de leche. De Nueva Zelandia se importan 340 millones de dólares al año en productos lácteos; ese país y Australia ocupan el cuarto y quinto lugar en producción de leche descremada en polvo, y son altamente competitivos. En exportación de leche en polvo, como país, Nueva Zelandia ocupa el primer lugar y Australia el segundo. En exportación de lácteos son, en ese orden, segundo y tercer lugares, y, en contraste, México es el principal importador de leche en polvo. Ciertamente, se establecieron cupos a las importaciones de lácteos, pero ello es sólo un atenuante. Y si los pequeños productores se verán amenazados, en contraparte, como en todo, hay ganadores: las grandes empresas procesadoras de lácteos, que tendrán materias primas más baratas.

México importa ya el 45 por ciento de la carne de ovino, y eliminar los aranceles complicará aún más las cosas para los pequeños productores; de las importaciones, el 54.9 por ciento procede de Nueva Zelandia, y el 38.3, de Australia. Las compras de carne a esos países han venido creciendo a una tasa promedio de 7 por ciento anual, tendencia debida a la limitada competitividad de nuestra ganadería. En café, Vietnam es el segundo productor, principalmente de café Robusta, de más baja calidad y muy barato, y con esas ventajas competirá con los 500 mil productores mexicanos. En arroz, Vietnam y Malasia son productores muy competitivos: producir una tonelada de arroz en Malasia cuesta 242 dólares, contra 285 en México (FAOSTAT).

Más en general, consecuencia esperable del TPP será el endurecimiento de la competencia, que exigirá más productividad, pero la innovación no puede operar en la estructura agraria minifundista predominante. Catalizará la ruina de pequeños productores y su transformación en asalariados; se agudizarán las contradicciones sociales y se acumulará más la riqueza. Se prevé también una mayor vulnerabilidad jurídica al subordinar la soberanía y la legislación nacionales ante nuevos páneles de controversias. Reducirá la participación del gobierno en la economía como protector de los sectores débiles y dará más poder a las empresas transnacionales. En materia comercial, los especialistas advierten que los aranceles serán más bajos que en el TLCAN.

Actualmente Estados Unidos impone un arancel de 25 por ciento a importaciones de camiones de Japón; el TPP se propone eliminarlo, afectando así las exportaciones de México. Similares políticas serán aplicadas a las importaciones de azúcar y arroz de otros países. Hay coincidencia entre los analistas en que uno de los mayores efectos negativos es que ampliará a doce años el tiempo de exclusividad de las patentes de medicamentos derivados de organismos vivos y de productos farmacéuticos, preservando así los monopolios y elevando el costo de los tratamientos médicos de enfermedades como el cáncer. En fin, ganarán las transnacionales y los grandes corporativos, y perderán los pequeños productores y los consumidores.

 

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