jueves, mayo 2, 2024
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Solvencia y calificación crediticia de México





Según veo nuestro país es solvente y puede pagar a sus acreedores en forma satisfactoria. Si bien es cierto que existe un riesgo de insolvencia por el desplome del precio del petróleo, es un hecho de que contamos con reservas internacionales por más de 170 mil millones de dólares, lo cual garantiza el reembolso de los créditos y de la inversión que se hace en la economía mexicana.

De igual forma, la proporción de deuda a PIB es de tan solo 43 por ciento, con lo cual, según han establecido muchos expertos, nuestro país podría contratar más deuda para crecer. Sin embargo el Gobierno de Enrique Peña Nieto ha establecido que no se recurrirá al déficit presupuestal, a pesar de que no se hayan incrementado los impuestos y a pesar de la citada caída del oro negro.

Por su parte, es interesante mencionar que anteriormente, cuando un país caía en insolvencia, los acreedores tomaban serias medidas de confiscación de bienes. Confiscaban ciertos activos y cuentas bancarias en el extranjero del país endeudado; se les obligaba a los países deudores a rematar sus empresas públicas; y finalmente se confiscaba una gran porción de los ingresos de exportaciones que recibía el país.

En este punto es importante mencionar que había que “succionar” una gran parte de los ingresos y del patrimonio del país para pagar las deudas pendientes. Esto es posible de ver en un país como Grecia, en donde se han congelado salarios; se han vendido las principales empresas del Gobierno; y finalmente se tuvieron que recurrir a créditos internacionales para pagar parte del principal y de los intereses del país con un país. que la deuda externa más grande del mundo en su momento.

En el caso mexicano fue dramático el proceso de desendeudamiento en la década de los años 80. No se contaba con reservas internacionales; el precio del petróleo (al igual que ahora) se derrumbó y nuestros socios congelaron sus líneas de crédito.

¿Qué hacer en ese caso? Pues simplemente se recurrió a una fuerte depreciación de la moneda mexicana para estimular en forma importante las exportaciones y con ello generar un superávit comercial que nos diera algo de dólares para pagar nuestros acreedores, que eran ante todo bancos estadunidenses. De igual forma, se vendieron empresas que eran propiedad del Estado e incluso se recurrió a la práctica de un superávit fiscal para generar esos excedentes, que le permitieran al país contar con más dinero para pagar sus pasivos.

¿Cuál fue el resultado de todas estas medidas de austeridad económica? La respuesta es evidente: una década en que no se creció y no se generaron empleos. De hecho, la década de los años 80 es calificada como la “década perdida” para nuestra economía. Y el origen de todo esto fue el recurrir a la errónea estrategia de utilizar los ingresos petroleros y el endeudamiento externo para crecer. Sin embargo, en los últimos gobiernos se ha hecho hincapié en no endeudar más al país y de reducir los pasivos con el extranjero.

Esto sin duda, trae como consecuencia el crecer menos y generar menos empleo, aunque sin embargo se evita que en el futuro haya un gran drenaje de recursos al extranjero por concepto de pagos de la deuda externa. En la citada década de los años 80 fue evidente que ante esa caída en el precio del petróleo, que le hubiera dado al país divisas para pagar pasivos, y ante el raquítico monto de reservas monetarias con que se contaba, era claro que gran parte del ingreso nacional se iba a ir al extranjero De esa forma es evidente que ante un menor nivel e ingreso, los gastos en consumo e inversión que se hacían en nuestro país iban a ser menores. El costo fue enorme para el país.

Sin embargo, como se dijo al principio de este artículo, nuestro país goza con gran liquidez en forma de reservas internacionales. Aunado a ello nuestra economía tiene acceso a los mercados internacionales de capital. Sin embargo, y a pesar de que la solvencia mexicana es razonablemente buena, no hay que olvidar la lección del gran problema de la deuda externa en la década de los años 80: no crecer en base a un proceso de endrogar al país, sino más bien por incrementos en la productividad del principal activo que tiene toda economía: su fuerza laboral.

Por su parte es claro que ante unas medidas de austeridad política y monetaria, como las que hay en el México actual, los riesgos de impago son menores. Si se mantiene la disciplina fiscal y si las empresas privadas no se endrogan en exceso, no hay duda de que no hay peligro de caer en “ default” ante nuestros acreedores.


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