Para que el resultado sea el esperado, las operaciones de comercio exterior requieren de una cuidadosa planificación en distintos aspectos. A pesar de esto, siempre hay factores no controlables que pueden generar costos no contemplados, usualmente muy significativos, como el de las terminales portuarias.
Recientemente se han anunciado inversiones en el puerto de Buenos Aires, donde funcionan tres terminales, que contemplan un nuevo diseño para darles más capacidad y tecnología, permitiendo una mayor rotación y competitividad. Algo similar ocurre con Exolgan, en donde también se proyectan mejoras.
Sin embargo, poner la mirada exclusivamente en ampliar los puertos puede implicar una solución parcial ya que si no se trabaja sobre los factores que ralentizan la entrada y salida de las cargas de las terminales, se podría terminar en una situación peor a la actual.
Un reciente informe de AGP referido a la cantidad de contenedores de importación liberados dentro del plazo de forzoso durante 2015 muestra indicadores muy lejos de lo deseable. En efecto, del total de contenedores retirados de las tres terminales bajo la órbita de dicho organismo, casi el 40% se realizó luego del quinto día de su arribo. Esto implica que más de 100.000 contenedores pagaron ese año en concepto de “cargo global” más del doble de lo que idealmente hubieran pagado. Haciendo cálculos aproximados, esto implicó un costo para los importadores superior a US$ 20 millones ese año, sólo por dicho concepto.
Si bien las DJAI y otras intervenciones previas pudieron haber sido los motivos principales para esta pobre performance, existen otros cuya solución no depende exclusivamente de la gestión de los usuarios y que, por lo tanto, convendría que sean revisados para lograr aquel mayor nivel de competitividad buscado:
Mejorar el procedimiento aduanero de cierre de ingreso a depósito para que éste se registre en menos de un día desde el arribo, en todos los casos.
Continuar con el proceso de informatización para la obtención de turnos para la verificación de las mercaderías, lo que permitirá contemplar situaciones de excepción o avisar al usuario si se libera alguno.
Lo anterior facilitaría instrumentar mejores procedimientos, por ejemplo en aquellos casos donde el usuario solicita dentro del forzoso el turno para verificar en piso y la terminal no dispone de recursos para otorgarlo, con el fin de que ésta aplique la tarifa más baja.
Optimizar el proceso de ingreso de camiones a la terminal para que puedan ser posicionados en el momento del turno, permitiendo un mejor control aduanero.
Instrumentar una herramienta para que el usuario pueda revisar en línea los conceptos que la terminal incluirá en su factura final y facilitar el pago electrónico, evitando apuros y el uso de cheques. Así se reducirían los reclamos a la AGP por pagos indebidos, realizados comúnmente cuando la carga se encuentra sobre camión aguardando su salida.
Establecer casos de excepción para la aplicación de la tarifa más alta en aquellos casos donde aparecen imágenes dudosas luego del escaneo de las cargas, lo que usualmente deriva en falsos fletes y semanas de almacenaje.
Sin dudas que la inversión traerá grandes beneficios, aunque para lograr reales mejoras se debería ir planificando el marco normativo para que los concesionarios incorporen tecnología para mantener el más alto estándar de servicio, entre otras cosas, para que los operadores no se sientan sometidos a procedimientos que dejan demasiado margen a la discrecionalidad y, por consiguiente, a costos previamente no contemplados.
Es decir, pensar ahora en modificaciones que permitan a futuro que las operaciones portuarias, de transporte y despacho sean digitalizadas en la futura Ventanilla Única del Comercio Exterior Argentino (Vucea) que preste además servicios de logística asociados a la carga como una verdadero sistema de comunidad de carga.
