La tarde a principios de diciembre de 2015, la sala de degustación de la Bodega San Antonio en Lincoln Heights está llena de gente haciendo sus compras navideñas, probando algo de vino o pasando a almorzar a su acogedor restaurante. En un salón que separa la tienda de los depósitos de vino, se celebra una fiesta privada.
En el otro lado, cerca de un mostrador donde se expenden embutidos y delicadezas italianas,Stefano Riboli de 94 años, vigila atentamente todo lo que ocurre, como lo hizo siempre desde que llegó de Italia en 1936 a los 16 años de edad para ayudar a su tío Santo Cambiánica, con el negocio que este había fundado en 1917.
“Cuando llegué de Italia, esta zona era mitad italiana y mitad mexicana”, dice Riboli en un perfecto español de acento italiano. “Yo aprendí el español antes que el inglés. De hecho, aquí enfrente había una familia muy buena, que tenía 12 muchachos. La navidad del año 38 fui invitado a su casa a comer tamales, nunca los había comido, claro”.
Los recuerdos de entonces vienen más claramente que los de ayer, cuenta Riboli sonriendo. “Cuando llegué, mi tío me dio una vuelta en auto para mostrarme Los Angeles. Por todos lados veía letreros “for SALE” y entonces le pregunté a mi tío: ¿Por qué venden tanta sal en Los Angeles?”, dijo sonriendo. “Sale es sal en italiano”, explica.
El negocio fundado por su tío y que Riboli heredó a la muerte de este en 1953, es hoy la pujante Bodega San Antonio, la única bodega de vinos existente en Los Angeles y la única que queda de las más de 100 que había al principio del siglo pasado. En ese entonces, muchas zonas del sur de California, incluyendo este vecindario al norte del que hoy es “downtown”, eran kilómetros y kilómetros de viñedos.
Si bien la bodega San Antonio se inició con la idea de producir vinos de jarra (jug wine) para los trabajadores inmigrantes que pasaban por su puerta camino al ferrocarril, la bodega de hoy es un lugar muy diferente al que era entonces: ahora produce vinos de alta calidad con uvas de sus propios viñedos en Napa, Paso Robles y Monterrey que consistentemente ganan premios y reconocimientos ,y se exportan a países como China, Canadá, México y hasta Nigeria.
Pero en 1920, tres años después de fundada, la bodega estuvo a punto de desaparecer, junto con docenas de otras bodegas de Los Angeles, cuando Estados Unidos aprobó la Ley Volstead, mejor conocida como “Prohibition” en inglés o “Ley Seca”, que duraría entre 1920 hasta su derogación en 1933.
La salvación: el vino de consagrar
Lo que empezó como un pequeño negocio familiar, hoy es una empresa con 150 empleados, más de 100 tipos de vino que se producen y embotellan allí mismo, varios viñedos y una bodega en construcción en la zona vinícola de Paso Robles, California. Pero el sueño de Santo Cambiánica casi fracasa luego que en 1920 se aprobó una ley en Estados Unidos que prohibió la venta, producción, importación y transporte de bebidas alcohólicas.
“La Ley Seca duró mucho tiempo, hasta 1933, antes de ella había 100 bodegas en Los Angeles, era donde estaba la industria del vino”, cuenta Anthony Riboli, cuarta generación de la familia y enólogo de la bodega. “La suerte de Santo es que, siendo un católico tan devoto, la iglesia le permitió seguir produciendo el vino de consagrar, lo que lo mantuvo a flote hasta que se acabó este período”.
La Bodega San Antonio aún es una de las principales productoras de vino de consagrar en el país y sus vinos, especialmente hechos en base a las leyes canónicas, no sólo se usan en la Catedral de Los Angeles, sino se venden en su tienda como “souvenir”.
El vino accesible a todos
Pero en algo no ha cambiado la Bodega San Antonio, dice Anthony Riboli: es un lugar amigable, donde muchos descubren por primera vez el vino y donde no hay “actitudes pretenciosas” sobre que se debe o no se debe tomar.
“A la mayoría de la gente le da miedo hablar de vino porque piensan que es para expertos”, dice Riboli. “Por desgracia, la industria del vino ha sido siempre tan estirada y eso está bien para algunos, pero la mayoría de la gente no quiere eso, quieren un lugar cómodo. Aquí somos amables, hablamos español, nos adaptamos a todas las culturas”.
Quizá porque están ubicados en el corazón de Los Angeles o por esa actitud, la clientela es muy diversa, como la población de Los Angeles. “Al menos 50% latina”, dice Riboli, quien es el primer enólogo graduado en universidad de la familia y también habla excelente español. “Pero tenemos de todo tipo de gente y a todos los tratamos igual”.
Nueve miembros de la familia Riboli trabajan hoy en la empresa, incluyendo a sus abuelos Stefano y Maddalena, que aún llegan muy a menudo a ver cómo funciona todo. La abuela fue la de la idea, en 1974, de crear el restaurante junto a la tienda y sala de degustación. Santo Riboli, el papá de Anthony, es el Presidente de la compañía. Su tía Cathy lleva ahora el restaurante, su tio Steve el mercadeo, Anthony la producción del vino y tres primos ocupan puestos en otros departamentos de la empresa.
Anthony y el otro enólogo, un francés de nombre Arnaud Debons, viajan constantemente a los viñedos donde trabajan con dedicación las uvas. Debons, un joven enólogo que trabajó en la zona de Burdeos y Cahors en Francia antes de venir a California, está casado con una mexicoamericana y la pareja está esperando su primer bebé.
“Vine de Francia a California buscando una nueva experiencia. Claro que aún creo en la tradición de cómo se hacen las cosas allá, pero no se trata de hacer vino francés en California. Hay que trabajar con las uvas locales y las características del terreno”, dijo Debons.
La Bodega San Antonio es hoy no sólo la bodega de vinos más antigua de Los Angeles (y la única en la zona urbana) sino que en los años sesenta fue declarada un Monumento Cultural de Los Angeles. “Tenemos un personal muy diverso, pero un gran número son latinos”, dice Anthony. “Somos un reflejo de Los Angeles”.